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"Es tiempo de andar", escribe Martín Ponce de León

Los murciélagos dejan la libertad del cielo abierto para colgarse en las aristas oscuras de la gruta. No hay lugares fijos ni preestablecidos. Cada uno se ubica donde buenamente puede.

Reflexiones Redacción 220.UY Redacción 220.UY

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Martin Ponce de León 24332 (2)

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Van rumbo a Belén.

Él debe anotarse allí para cumplir con el censo.

El decreto de César Augusto ha puesto en movimiento a muchos.

Ella camina detrás de su esposo conforme lo dispuesto por la ley.

Por momentos debe apurar el paso para conservar la distancia estipulada.

Sus piernas hinchadas de embarazo se tornan demasiado pesadas.

Las distancias del camino se hacen largas debido a su estado.

Su vientre, cercano de parto, se vuelve grande y notorio.

Pero, igualmente, avanza sin formular comentario alguno.

Los planes de él eran inscribirse y retornar.

Los planes de Dios son de Navidad.

Los proyectos de los hombres son secundarios ante el proyecto de Dios.

Basta ponerse en camino para comenzar a estar en las manos del proyecto de Dios.

Siempre es necesario dejar nuestras seguridades para que sea lo que Él disponga.

Los pastores han abandonado la calidez del fuego. Van marchando con su pequeño rebaño.

Las ovejas, sintiendo la voz del pastor, van dejando el calor que proporcionan las muchas.

Dejan a sus congéneres para ponerse en las manos de aquel que siempre vela por cada una de ellas.

Los murciélagos dejan la libertad del cielo abierto para colgarse en las aristas oscuras de la gruta. No hay lugares fijos ni preestablecidos. Cada uno se ubica donde buenamente puede.

Mientras los primeros en llegar se han colgado continúa el batir de alas entrando por la boca de la gruta y todos se agitan y mueven.

Son cientos y se amontonan entre chillidos y un creciente hedor fuerte y penetrante.

Abandonan la caza para retornar a su casa. Por más que los pastores introduzcan las ovejas en las noches más crudas del invierno aquella gruta les pertenece.

Unas pequeñas y esporádicas punzadas en el vientre pleno de ella llaman su atención. Sus manos aprietan su vientre.

Respirando hondo y profundo traga aquellas delatoras y primerizas sensaciones.

No realiza comentario alguno. No corresponde decir algo.

Su mente esboza una oración: “Que se haga en mí según tu palabra. Soy la esclavita del Señor”.

Se ha detenido un poco y, por lo tanto, debe apurar sus pasos.

Desea tomar agua pero solamente habrá de beber luego que su esposo lo haya hecho.

No debe apartarse de su esposo. No puede perder distancia.

Él está apurado de regreso. No hay tiempo para detenerse.

La caravana está sumida en su marcha y no se detiene a mirar por una mujer por más que está plena de embarazo y cercana de parto.

Momento a momento Navidad se acerca.

No importa la distancia recorrida. Únicamente importa la distancia por recorrer.

Hay que apurar los pasos.

Hay que transitar lo lejos para saberse en cercanía.

Navidad siempre es mirar hacia delante.

Es tener la certeza de lo transitado pero es, fundamentalmente, la necesidad de lo por transitar.

Todo es movimiento.

Todos están de camino.

Todo está aprontándose para celebrar Navidad.

Navidad es de los que no están quietos.

Navidad no es de los establecidos ni instalados.

Navidad es de aquellos que corren el osado riesgo de saberse en camino y en búsqueda de una meta en Dios

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