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"No me quiere", escribe Martín Ponce de León

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Martin Ponce de León 24332 (2)

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“La Iglesia no me quiere” dijo una persona.

Sé que mi respuesta no habría de ser objetiva puesto que esa persona es un alguien a quien yo valoro y admiro muchísimo.

En primer lugar le preguntaría la razón de su afirmación.

En segundo lugar le haría ver que es parte de la Iglesia y, por lo tanto, no puedo aceptar no se le quiera.

La Iglesia no es una institución únicamente.

La Iglesia es, prioritariamente, un pueblo de hijos de Dios que peregrina en este mundo.

Un pueblo con sus errores y sus logros.

Un pueblo con sus compromisos y sueños.

Un pueblo con miles de rostros y, por ello, con miles de realidades.

Un pueblo donde lo verdaderamente importante no es el conjunto sino la búsqueda de realización individual.

Será un pueblo digno en la medida que cada uno de sus integrantes se sepa dignos como seres humanos.

La Iglesia debe vivir con compromiso la búsqueda de la dignidad de cada uno de sus integrantes que viven inmersos en una relación con otros.

Mientras exista alguien que no viva en condiciones de dignidad un integrante de la Iglesia no se debe conformar a quedar de brazos cruzados.

La Iglesia no puede darse el lujo de no querer a quien, desde su lugar, hace por el crecimiento del Reino de Dios.

Y esta persona, con su tarea, hace mucho (sin nombrarlo) para que el Reino crezca.

Lo hace con su dedicación y calidez humana.

Lo hace con su cercanía a los demás y su búsqueda de solucionar las dificultades de cada uno de los que se llegan hasta su persona.

Lo hace con su escucha atenta a lo que se le plantea y con el seguimiento cercano de las situaciones que acompaña.

Es que el Reino de Dios no se construye desde elocuentes predicaciones sino desde la cercanía con que se acompaña al otro.

Muchas veces el escuchar dice más que hermosos discursos.

Muchas veces la confianza que se logra es más importante, para la construcción del Reino, que bonitos textos que pueden ser proclamados.

Muchas veces la disponibilidad que se tiene es más constructora que rituales que se pueden celebrar.

Trabajas por la construcción del Reino con tu dedicación, con tu responsabilidad, con tu madurez, tu serenidad y calidez.

Con tu forma de ser ayudas a que otros puedan saberse respetados, escuchados y atendidos y ello es dignificar al otro que es construir Reino.

Para Jesús, también, una de las formas de decir del Reino fue restituyendo salud a quienes con confianza ciega se llegaban hasta Él.

Por ello es que eres una parte importante de la Iglesia.

Tal vez, con la “institución” puedas tener discrepancias y hasta distancias pero la Iglesia es mucho más que una milenaria institución.

La “Iglesia institución” debería ser soporte y ayuda para que la “Iglesia pueblo de Dios” crezca y se desarrolle pero, muchas veces, se torna más importante que la otra.

No mires a la “Iglesia institución” puesto que podrás sentir que “no te quiere” desde sus normas rígidas y estructuradas.

Mira a esa “Iglesia pueblo de Dios” que tanto necesita de personas como tú.

Mira a esa Iglesia y continúa siendo instrumento de dignificación para muchos.

Mira a esa Iglesia y recuerda que, personas como tú, son de importancia, de gratitud y reconocimiento necesario.

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