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"Cielo nublado", escribe Martín Ponce de León

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Anoche, al acostarme, pude observar como el cielo se iba nublando.

La luna se había borrado detrás de las nubes y, únicamente, se veían algunas estrellas que se asomaban por entre los resquicios de nubes densas.

Hoy, al despertar, podía contemplar que el cielo estaba totalmente cubierto.

Era muy difícil suponer que el sol habría de poder hacerse un lugar y aparecer por más que uno sepa que él continúa su recorrido habitual.

Cuando el cielo está así, como lo está hoy, todo se vuelve gris y carente de luminosidad.

Cuando el cielo está así, como lo está hoy, uno se mimetiza con el entorno y, parecería, lo gris le domina y se impone.

Por más que se intente poner lo mejor en lo que se realice, por más que se busque ver con el mejor color todo el entorno donde uno debe moverse, las nubes se imponen e impiden disfrutar de los brillos cotidianos.

En diversos momentos de la jornada me vi mirando hacia el cielo para ver si podía encontrar alguna grieta por donde podría aparecer el sol.

Pero todo me hacía ver que las nubes eran cada vez más densas y compactas y ello no me brindaba muchas ilusiones.

Únicamente, casi sobre el medio día, se pudo ver un resplandor de brillo detrás de una nube blanquecina.

El sol siempre está pero hay oportunidades en que se empeña en esconderse para que sintamos, muchísimo, la necesidad de poder verle.

No importa si es mucho o poco lo que podemos observarle y disfrutar lo verdaderamente importante es poderlo disfrutar así sea por un breve instante.

Pero, no hay caso, hoy está empeñado en no aparecer.

Las nubes han cerrado todos sus resquicios y le hacen imposible poder asomarse ni por un instante.

Con el paso de las horas me voy desanimando y ya no miro al cielo con algún atisbo de esperanza o de ilusión.

Solamente miro al cielo para contemplar las nubes que se han vuelto más abundantes, más grises, más espesas y experimento se van adueñando de mi realidad interior.

Por suerte pudo llegar una persona que venía a reparar algo roto y ello me hizo salir de la ausencia del sol para ocuparme en mostrarle lo que se había roto y ver la posibilidad de una reparación.

Tal hecho me sacó del gris de la jornada para poder distraerme en su atención.

Pero, una vez que se hubo marchado, debí quedarme con lo gris y la ausencia del sol.

Son realidades que no podemos dominar puesto que es imposible de controlar los caprichos de la naturaleza puesto que ella siempre se mueve a su antojo.

En una realidad, el día nublado, que no podemos atribuir al cambio climático o cosas por el estilo. Se le antojó cubrir su cielo de nubes y privarnos del sol y deberíamos saber aceptarlo y vivir como cualquier otra jornada.

Pero, parecería, ello no puede ser así porque necesitamos del sol y su brillo.

Los días de lluvia tampoco hay sol pero uno se deleita disfrutando de la lluvia y las incomodidades que puede causar o de lo necesaria que era y lo bienvenida que resulta, pero hoy solamente está nublado y ello nos impide ver al sol.

Los días de cielo nublado y sin sol son jornadas para transitar de prisa.

Los días de cielo nublado y sin sol son jornadas donde no se tienen las ganas de refugiarse en alguna lectura puesto que resulta imposible evadirse de la realidad.

El gris se impone.

Las nubes se apoderan de nosotros.

El sol no logra abrirse algún espacio.

El sol es una realidad que se extraña por más que se sepa que está.

Me gustaría poder entender la razón por la que el sol, hoy, se ha propuesto transitar oculto entre las realidad de un cielo nublado

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