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"Compleja imaginación", escribe Martín Ponce de León

Le explico que no debe hacerle caso puesto que, muchas veces, imagina cosas y las vive como si fuesen reales.

Reflexiones Redacción 220.UY Redacción 220.UY

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Martin Ponce de León 24332 (2)

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Después del almuerzo se encarga, porque así lo quiere, de lavar las ollas y las fuentes que han sido utilizadas.

Estaba en esa tarea cuando veo que se le acerca una persona y habla con él.

Lo escucha y se le queda mirando sin decir ninguna palabra. Me mira y esboza una sonrisa plena de desconcierto.

Minutos después se me acerca y me dice: “¿Cómo es el apellido de (me dice el nombre de quien se le acercó a hablarle)?” Se lo digo y continúa diciendo: “Me vino a decir que yo no anduviese gritando su apellido cuando paso por la calle”

Le explico que no debe hacerle caso puesto que, muchas veces, imagina cosas y las vive como si fuesen reales.

Días después me dijo que había tenido que hablar con quien lava las ollas para decirle que no anduviese gritando su apellido por la calle y cuando pasa para el baño.

Intenté decirle que no debía hacer ningún caso sino que lo dejase tranquilo y no se ocupase por ello.

La otra persona me había dicho que ni sabía el apellido de este otro.

Lo cierto y real es que atraviesa por momentos donde su imaginación le juega muy malos momentos.

En más de una oportunidad me ha dicho cosas que yo le he pedido o dicho y son cosas que nunca pasaron por mi mente.

Es que, luego de mucho tiempo dedicado a la bebida, su organismo va manifestando signo de deterioro.

Parecería que su imaginación transita por senderos que están muy lejos de la realidad y desde su fragilidad los asume como ciertos o reales.

Porque, y eso es lo más delicado de su situación, es que se convence de que le está ocurriendo.

En una oportunidad me manifestó que me escuchó cuando habíamos estado hablando de él con otra persona. Me dijo el lugar donde estábamos y lo que habíamos estado diciendo. Recuerdo no le dije nada puesto que, lo sé, es inútil pretender hacerle ver su equivocación.

Era un día en que no había estado por el lugar donde me decía había estado conversando y la otra persona que me mencionaba no había estado por el edificio de la parroquia.

En oportunidades me pregunto si no debería consultar a alguien por su deterioro pero sé que no puedo hacerlo ya que me resultaría imposible hacerle ver por algún técnico o que pudiese tomar algún medicamento.

Mientras tanto su imaginación le va jugando muy malas pasadas puesto que lo lleva a tener comportamientos como el mencionado en este relato.

También me pregunto qué puede suceder si, un día, toma otro tipo de actitud con respecto a alguien como producto de los dictados de su imaginación.

Mañana o pasado se olvida de quién, según él, va gritando su apellido para centrarse en cualquier otra cosa y pasa obsesionado en ella por un tiempo.

Ello me lleva a pensar en el poderoso poder que posee la mente.

Puede ayudarnos o perjudicarnos según el estado de salud de la misma puesto que, siempre, es una realidad que nos está condicionando.

Son muchas las veces en que nuestra mente nos determina para que hagamos algo o para que nos limitemos en nuestras conductas.

Es muy difícil poder ayudar a alguien a que ignore las obsesiones que pueden surgir de su mente y actúe independiente de las mismas.

En oportunidades nada logra hacernos salir de esos pensamientos que nos condicionan y dañan por más que sepamos que tenerlos no nos hace ningún favor.

Por ello la inmensa necesidad de agradecerle a Dios que podamos tener una mente que funciona en buen estado y pedirle nunca la salud le abandone.

Nuestra imaginación nos puede ayudar a vivir la prosecución de nuestros sueños pero cuando se nos enferma puede hacer que vivamos inmersos en un sueño sin que tomemos conciencia.

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