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"Tema de recuerdos", la nueva reflexión del Padre Martín

La gran mayoría hacía referencia al hecho de que soñaban en grande con algún regalo y se alegraban con aquellos presentes que nunca coincidían con lo esperado.

Reflexiones Redacción 220.UY Redacción 220.UY

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Hace muy poco surgió, no recuerdo muy bien cómo, el tema de los Reyes Magos.

Allí, entre la conversación, apareció el que hasta no hace mucho los regalos los dejaban los Reyes y no Papá Noel.

Alguien dijo que antes casi no se veían arbolitos de navidad y, ahora, se les ve por casi todos los hogares.

La conversación tenía aire de nostalgia y cada uno aportaba algún comentario.

Si bien la conversación no aportaba mucho brindaba la oportunidad a que cada uno dijese algún comentario.

Uno de los presentes manifestó su simpatía por Papá Noel porque, durante varios días, disfrazado de él hace una changa de muchas horas que le permite tener unos buenos pesos. “Lo único que no me agrada es que tenga barba porque, con el paso de las horas pica en abundancia y uno no puede estar rascándose sino que debe aguantarse”

Otro de los presentes recordó que, en su casa, les hacían juntar pasto y poner agua para los camellos.

Por los comentarios, parecía, todos había pasado por esa experiencia.

Entonces yo, en el afán de decir una bobada manifesté: “Eso era lo que menos nos gustaba de los Reyes Magos. Había que ponerle comida y agua para los camellos y los muy malditos, después de comer, hacían su necesidad y debíamos limpiar lo que ellos habían ensuciado”

“Poníamos comida con la ilusión de que no ensuciaran dentro de casa porque debía limpiar el o los que ponían la comida”

No era una verdad pero lo dije muy serio y casi todos lo tomaron como algo que sucedía en nuestra casa.

Una sonora carcajada acompañó mi comentario y el tema derivó en otras direcciones.

Llamaba mi atención el que ninguno de ellos se refiriese al tema como un engaño del que había sido partícipe sino que todos lo habían vivido como una bonita ilusión.

Con cariño hasta recordaban los presentes que los Reyes les habían dejado.

La gran mayoría hacía referencia al hecho de que soñaban en grande con algún regalo y se alegraban con aquellos presentes que nunca coincidían con lo esperado.

No faltó quien relatase los esfuerzos que realizó para poder satisfacer el deseo de su hijo y cómo éste, a último momento, cambió el obsequio que esperaba.

La gran mayoría de ellos había sido rey mago en alguna oportunidad y recordaba, producto de la charla, la satisfacción impagable que había vivido ayudando una ilusión.

La gran mayoría de ellos conservaba en su interior recuerdos que los avatares de la vida había cubierto con otras experiencias.

Creo que ello es lo que, muchas veces, nos sucede a casi todos.

La vida, parecería, se va encargando de dejarnos a flor de piel esos recuerdos que no permiten una sonrisa y olvidamos gratos momentos que nos han tocado vivir.

Si lográsemos conservar en nuestra superficie esos gratos momentos de los que hemos podido participar, sin duda, nuestra vida sería mucho más grata de lo que muchas veces es.

Cuando vamos marchitando nuestra capacidad de soñar la vida se nos llena de rutinas, desilusiones o frustraciones.

Mantener y conservar nuestra capacidad de soñar es lo que nos permite no bajar los brazos ni abandonar nuestros empeños.

Es evidente que nuestra capacidad de soñar va creciendo en cuando hacemos lo mismo con nuestra realidad de personas.

Ya no podemos soñar con los Reyes Magos puesto ello estaría gritando de nuestro infantilismo pero, sí, debemos conservar nuestra capacidad de soñar e ilusionarnos.

A nuestros sueños, con nuestro empeño, tal vez los veamos hechos cercanía o realidad.

Sin sueños, tal vez, nos toque, únicamente, limpiar las necesidades de los camellos.

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