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"La Puerta", la nueva reflexión del Padre Martín Ponce de León

Para poder salir necesitamos abrir suficientemente la puerta que nos permite Salir de lo nuestro para encontrarnos en la intemperie.....

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Martin Ponce de León 24332 (2)

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El cristianismo no es una religión que se pueda vivir encerrado.

Es, sin duda, una religión que se debe vivir a la intemperie.

Para poder salir necesitamos abrir suficientemente la puerta que nos permite Salir de lo nuestro para encontrarnos en la intemperie.

Vivir encerrado es estar a solas con nosotros mismos sin importarnos los demás y sus cosas.

Todo lo nuestro se vuelve inmenso y nos impide ocuparnos de cualquier otra cosa que esté más allá de lo propio.

En ese mundo hasta la más insignificante de las sombras se nos hace inmensa oscuridad porque todo adquiere una dimensión tremendamente desproporcionada.

Parecería como que los pequeños problemas nos desbordan y oprimen y nos impiden intentar asomarnos a la puerta.

Cuando logramos abrir la puerta y salimos a la intemperie descubrimos que estábamos en una burbuja desconectados de la vida.

Cuando abrimos la puerta una bocanada de aire fresco golpea nuestro rostro como para hacernos dejar todo lo nuestro atrás.

Lo primero que descubrimos es que no estamos solos y existe toda una realidad colmada de situaciones que, muchas veces, no imaginamos podían existir.

Viendo esas realidades es que tomamos conciencia de que muchos viven situaciones más angustiantes que las nuestras.

Tomamos conciencia que hemos sido unos privilegiados por más que hayamos vivido en un prolongado desasosiego.

Allí nos damos cuenta que las sombras no son más que ello y no la oscuridad como supusimos eran.

Es evidente que salir a la intemperie nos hace correr riesgos puesto que no tenemos las seguridades de las cuatro paredes de nuestro interior.

Pero en la intemperie podemos ver hermosos paisajes llenos de vida y no como los paisajes de nuestros cuadros interiores.

Hay invierno, verano, otoño y primavera mientras que los paisajes de los cuadros jamás viven diferentes estaciones.

En la intemperie podemos encontrar rostros humanos que, desde su delicia, sonríen, miran con ojos brillantes o se acomodan el cabello para estar más cómodos.

En la intemperie encontramos rostros que nos miran con desconfianza esperando algo de nosotros y sin atreverse a solicitarnos algo.

En la intemperie es donde podemos vivir, de verdad, nuestra realidad de cristianos.

Él no solamente es la puerta que nos permite salir de nosotros mismos sino que siempre está en la intemperie.

Lo encontramos en aquel que se hace un tiempo para dar una mano en alguna comida que se prepara para llevar a los necesitados.

Está en aquel que viene con un tacho de plástico a buscar un algo de alimento que habrá de llevar a la mesa de su casa.

Lo encontraremos en aquellos que se juntaron para organizar unas canastas para repartir entre quienes las necesiten.

Está en aquellos que esperan a que le llegue el turno de poder recibir una canasta que llevará a su casa.

En la intemperie Él está en los que van y en los que vienen. En los que dan y en los que esperan. Constantemente está.

Para poder ver esa asombrosa cercanía de Jesús en nuestras vidas debemos salir a la intemperie y tal cosa implica dejar atrás lo nuestro.

Cuando el mundo se reduce a nuestro yo la puerta se nos hace una realidad infranqueable que nos impide vivir de verdad y nos limita a sobrevivir.

Abrir la puerta y salir a la intemperie es descubrir una realidad maravillosa donde Él es realidad permanente y nuestra vida se colma de sonrisas porque descubriendo somo útiles y nos realizamos como personas.

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