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"Columpio", nueva reflexión del Padre Martín Ponce de León

Sabe de momentos duros pero, también, sabe del coraje para enfrentarlos con esperanza y decisión como para no detenerse a bajar los brazos.

Reflexiones Redacción 220.UY Redacción 220.UY

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En reiteradas oportunidades me manifestó lo que le había significado un escrito.

Era mucha la imaginación que se encontraba en dicho escrito.

Sin duda debía responder a algo bien concreto que se experimentaba.

Que había que saber escribir como para redactar algo así.

Hacía dichos comentarios y su rostro se cubría del brillo que emanaba de su sonrisa.

Una sonrisa brillante y plena de dulce delicadeza.

Una sonrisa que siempre le acompaña aunque varía su brillo.

Una sonrisa que crece en su mirada y desborda en sus gestos cálidos.

Una sonrisa que le acompaña aún cuando sus ojos estén llenos de humedad.

Mientras conversa uno puede experimentar el estar ante una muy buena persona llena de optimismo, coraje y determinación.

Sabe de momentos duros pero, también, sabe del coraje para enfrentarlos con esperanza y decisión como para no detenerse a bajar los brazos.

Sabe de momentos gratos y la necesidad de disfrutarlos a grandes tragos.

Su vida no transita por situaciones extraordinarias sino que está plena de cotidianidad y entrega solidaria.

En sus días no posee tiempo para aburrirse ya que los mismos se encuentran colmados de rostros y situaciones, en oportunidades, desconcertantes.

Es, sin dudarlo, un referente puesto que con los pies bien sobre la tierra y abundancia de sentido común.

Cuando todo se hace silencio y tranquilidad, trepando por entre las nubes, llega hasta la luna menguante para columpiarse en ella mientras su mente vuela intentando contar estrellas.

Todos, de alguna manera, necesitamos animarnos a columpiarnos para permitir que nuestros sueños crezcan y nuestros deseos se acerquen a la realidad.

Todos debemos aprender a columpiarnos sin miedos puesto que así aprendemos a enfrentarnos a las realidades de la vida.

Cuando nos hamacamos jamás quedamos quietos puesto que ello es una de las cualidades del columpio. Subimos y bajamos constantemente.

En nuestra vida jamás nos quedamos en un único lugar. Podrá parecernos que permanecemos más tiempo pero, lo sabemos, ello no ha de ser transitorio.

Pasaremos de la risa al llanto, de la oscuridad a la luz, del dar al recibir. Siempre en un constante columpiarnos.

Podremos brindar todo nuestro tiempo pero siempre encontraremos ese tiempo en el que podremos entretenernos en contar estrellas que será un tiempo para nosotros.

Podremos sentir que la realidad nos exprime con sus exigencias y sus reclamos pero también habremos de descubrir que nos obsequia tanta enseñanza que jamás podemos dejar de sonreír.

Yo le imagino aferrándose a las cadenas del columpio y apoyándose en alguna nube pasajera para tomar impulso y subiendo siempre un poco más arriba.

La nube se aleja empujada por aquellos pies que le dan impulso y vuela sonriendo desmesuradamente de pura dicha y realización. Ya no le es necesaria una nube para volar bien alto puesto que toda la fuerza que necesita crece en su ser.

Se hamaca y aprende de la vida.

Se hamaca y disfruta la ilusión de sus sueños.

Se hamaca y todo el universo se pone a sus pies.

Se hamaca y deja que su rostro brille con la luz del sol impactando en su sonrisa.

Lo más notable de ese columpio es que siempre estará exclusivamente disponible para quien se anime a utilizarlo.

Lo más notable es que siempre cuando uno se acerca para treparse en el columpio de la luna experimenta los años quedan atrás y se vuelven a tener unos pocos años que hacen que el hamacarse sea una realidad despertadora de esas sonrisas que ayudan a vivir mejor.

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