Nueva reflexión de Martín Ponce de León: "Compartir A Cristo"

Siempre tendremos algo para mejorar y, siempre, tendremos algo para convertirnos.

Actualidad04/07/2025Redacción 220.UYRedacción 220.UY

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Una de las realidades gratificantes que tiene la tarea sacerdotal es poder compartir a Cristo con los demás. Es evidente que ello no se limita a la celebración de la eucaristía, sino que debe ocupar la vida entera y su encuentro con los demás.

Tal vez no sea la persona más indicada para escribir sobre este tema ya que uno es muy consciente de sus abundantes limitaciones. Pero no deja de ser un profundo deseo que uno, intensamente, desea desde lo más profundo de su ser.

Compartir a Cristo no puede limitarse una teoría o un acto ritual, sino que, debe ser, una manera de establecer una relación con los demás.

Para ello es necesario pretender e intentar acercarse lo más posible al Jesús de los relatos evangélicos y hacerse comunión con el que allí se encuentra. Por lo tanto, tal cosa, es una tarea constante y una realidad que, siempre, se está aprendiendo. Jamás podremos decir que ya hemos llegado a poder ser uno con el Jesús de los evangelios

Siempre tendremos algo para mejorar y, siempre, tendremos algo para convertirnos.

Jesús se nos presenta como un alguien al que, siempre, debemos descubrir para hacer vida. De otra forma resulta muy difícil poder compartir a Cristo.

Cristo no quiso quedarse para que, únicamente, lo contemplemos, sino para que nos alimentemos de Él. Por ello es que se hace necesario la cercanía, la entrega total y el darse sin condiciones.

Cercanía ya que es imposible alimentarse desde la distancia. Siempre es alguien que se hace uno con nosotros en la medida que lo dejamos entrar en nuestra vida. Para nosotros debe ser un no temer a la cercanía ni un mantenernos a distancia de las dificultades que hacen a la vida de los demás.  

Hace un tiempo, un colega manifestó que no quería involucrarse con los problemas de la gente. Es muy respetable su opinión, pero, también, resulta muy difícil poder vivir el sacerdocio haciendo que ello sea realidad ya que el sacerdocio es cercanía que se hace involucrarse ya que ello fue lo que el Jesús de los evangelios realizó. No involucrarse es pretender un cristianismo hecho teoría, utopía o una simple doctrina que debe saberse.

Cuando nos alimentamos de Él no se nos brinda en trozos sino en totalidad. Se nos brinda por entero para que, así, lo intentemos vivir. Para que todo lo nuestro sea Él.

Cuando nos alimentamos de Él conservamos de hacer lo que queramos con ese alimento puesto que no nos condiciona su entrega. Respeta nuestras decisiones y, con infinita tolerancia, respeta nuestras determinaciones. No se ofende porque, muchas veces, no le permitamos ser “nosotros”.

Parecería, siempre, está conforme con nuestras determinaciones, pero siempre se nos continúa brindando para que podamos mejorar las mismas puesto que, dada nuestra condición humana, las mismas son mejorables constantemente.

Compartir a Cristo es, sin duda, lo mejor que podemos tener para brindar a los demás y ello es un desafío para quien lo recibe y un compromiso para quien lo brinda. Desafío puesto que es un “Lo voy a intentar”; compromiso ya que un “Puedes contar conmigo”.

Compartir a Cristo es, sin duda, un acto de amor gratuito que se realiza puesto que es permitir al otro entrar en nuestra vida, así como nosotros estamos disponibles para lo que el otro desee. Está muy lejos de ser un algo mecánico o rutinario, ya que es un algo que, de por sí, establece una relación personal a la que no podemos ser indiferentes.

Sin lugar a dudas, cuando compartimos a Cristo, nuestra realización personal se acerca a su plenitud y nuestra pobre condición humana, se llena de sentido y verdad.

Compartir a Cristo es un algo que podemos realizar desde nuestra sola presencia hecha amor cercano y comunión que se desarrolla.

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