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"Una única palabra", escribe Martín Ponce de León

Reflexiones Redacción 220.UY Redacción 220.UY

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Hace unos días un pequeño incendio afectó una de las piezas de la casa parroquial.

No me encontraba en la casa a esas horas de la noche.

“¿Dónde está?” “En el Colegio” “Véngase que se está incendiando su casa”

Pocos minutos después comencé a esbozar un prolongado GRACIAS que, aún hoy, continúo pronunciando.

Gracias porque en ese momento no había nadie en la parroquia y no sabría imaginar de que manera podrían haber reaccionado alguno de mis huéspedes.

Gracias puesto que el incendio fue muy poco para lo que podría haber sido.

Gracias porque unos vecinos pasaban y vieron una cortina encenderse y avisaron a otro que llamó a los bomberos.

Gracias porque dentro de la patrulla de policía que vino a cubrir la situación había uno de ellos que tenía mi número de celular.

Así podría continuar realizando un elenco de situaciones que solamente ameritan mi gratitud.

Esa noche, mientras repasaba diversas situaciones vividas no dejaba de agradecer a Dios por lo experimentado a la vez que le pedía me ayudase a saldar esa deuda que se agiganta con respecto a su bondad.

Al día siguiente, durante toda la jornada, experimenté lo que se siente, en carne propia, cuando le hacen vivir la solidaridad.

Es sentirse apabullado por tantos sencillos gestos.

Es experimentar que crece la necesidad de corresponder a las muchas y desinteresadas muestras que llegan a cada momento.

Pero, también, sentir es demasiado y uno no es merecedor de tanta generosidad.

En la mañana, miraba lo que había quedado, ropa mojada, papeles mojados y quemados y el agua hecha barro por todo el piso. Y me preguntaba por dónde habría de comenzar.

Muchas veces me dije: “Sebo comenzar por allí” y otras mil veces me dije: “No, mejor por este otro lado”

Estaba en eso cuando un grupo de gente llegó y en unas horas habían limpiado todo.

Esa tarde ya se estaba comenzando a dar pasos para la recuperación de todo y, mientras tanto, yo me limitaba a agradecer la solidaridad que continuaba llegando.

Nunca podría haber imaginado que un incendio tan pequeño hubiese tenido tanta repercusión y motivado tanta solidaridad.

Por ello solamente puedo esbozar una única palabra: GRACIAS.

Señor, al terminar este artículo, solamente te quiero pedir bendigas a todas y cada una de las personas que con tanta generosidad se han puesto lo sucedido al hombro y lo han dejado atrás.

Bendice sus hogares y cuídalos de que nunca deban pasar por la desagradable experiencia de un pequeño incendio o cosa parecida en sus casas.

Bendice la solidaridad que han sabido y querido tener para con nosotros.

Que nunca falte la cercanía de otros para con sus situaciones personales y nunca se sientan solos.

Que el hecho de saberse con y para los demás les permita, siempre, saber que las situaciones por más sorpresivas, que puedan resultar, les lleve a desanimarse o bajar los brazos.

Que en medio de las realidades que les toquen vivir puedan esbozar ese GRACIAS que les alienta a y lleva a continuar renovando el compromiso de intentar ser útiles.

Sí, una única palabra.

Una palabra sencilla y conocida.

Una palabra que puede resultar pobre y muy utilizada.

Una palabra que no compensa lo mucho recibido pero es lo único que puede crecer desde el corazón y brindarse.

Una palabra que se hace oración y corazón abierto: GRACIAS.

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