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"Por la ventana", escribe Martín Ponce de León

Como suele suceder, en esa situación de lluvia intensa, de las llaves posibles recién la última será la correcta mientras sentía me mojaba un poco más.

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Martin Ponce de León 24332 (1)

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Desde mediados de la tarde la lluvia caía intensa por momentos.

La temperatura y la humedad de los días previos presagiaban una lluvia que había demorado en aparecer.

Antes de concluir el día debía guardar al auto puesto que, por razones obvias, no puede quedar en la calle.

La lluvia intensa que caía me hacía demorar el momento de poner al auto dentro de la casa.

En un momento dejo de escuchar la lluvia, me asomo a la calle y descubro que no llueve. Aprovecho para abrir el portón e ir hasta el auto para ingresarlo.

Mientras realizo tal cosa una lluvia intensa se descuelga cuando me encuentro a la intemperie.

Como suele suceder, en esa situación de lluvia intensa, de las llaves posibles recién la última será la correcta mientras sentía me mojaba un poco más.

Ello me dejó con una sensación de frío que no se correspondía con un clima que se presentaba templado a lo largo de la jornada.

Para poder dejar de lado esa sensación de frío que recorría mi cuerpo resolví acostarme.

Era relativamente temprano y el frío no implicaba la proximidad del sueño puesto que este no llegaba hasta mí.

Casi sentado en la cama, con el cuerpo entrando en temperatura normal, aprovechaba para leer algo.

Repentinamente, por algún lugar del cielo, un torrente de luz entró por la ventana de mi cuarto.

Un relámpago pintó de luz el cielo que continuaba dejando caer una lluvia que, por momentos, se hacía intensa.

Segundos después de aquel relámpago uno nuevo vino a ingresar por la ventana.

Dejé el libro que estaba leyendo, apagué la luz y me quedé observando a unos relámpagos que se empeñaban en entrar a mi cuarto por la ventana.

Algunos eran una línea de luz que se dibujaba en la lejanía del cielo y otros eran un torrente de luz que colmaba el espacio de la ventana.

El cuarto, a oscuras, en oportunidades se llenaba de luminosidad con algunos de esos relámpagos que no eran otra cosa que un estallido de luz en todo el cielo.

Mientras contemplaba el espectáculo que regalaba la tormenta nocturna, no dejaba de pensar en esa realidad en la vida de cada ser humano.

Allí irrumpen, siempre, esos seres que son como los relámpagos puesto que llenan de luminosidad la vida de otros.

Son seres que, vaya a saber cómo y por qué, irrumpen en la vida de otros con su estallido de luminosidad.

Cada quien podrá ponerle nombre a esos seres de luz que ha podido conocer y le ha deslumbrado con su forma de ser.

Algunos serán una línea de luz en el firmamento y otros un torrente de luz que impregna toda la ventana de la vida personal.

Están esos seres que se hacen notorios por su disponibilidad y servicialidad e iluminan con su entrega.

Están esos que deslumbran por su sonrisa o su ternura que crean lazos con facilidad y naturalidad.

Están esos que brillan por su generosidad y cercanía que ayudan a que uno intente superarse como persona.

Están esos que iluminan por su capacidad de encontrar soluciones a las dificultades que pueden presentarse y colaboran para una actividad con los pies sobre la tierra.

Están esos que deslumbran por su capacidad de escucha y siempre hacen saber y sentir al otro como importante.

Sí, sin lugar a dudas existen muchos seres que, desde lo cotidiano, son capaces de iluminar la vida de otros. No existe un único modelo “de relámpago”

Mientras la tormenta continúa regalando un espectáculo de luces el sueño llega hasta mí y me hace poner fin a pensamientos, divagues y jornada. Por la ventana siguen entrando los relámpagos.

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