"Encerrado ", la nueva reflexión del Padre Martín Ponce de León

"Debo reconocer que esto es una realidad nueva en mi vida puesto que nunca había pasado por una situación similar", dice Ponce de León.

Reflexiones23/08/2025Redacción 220.UYRedacción 220.UY

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Martin Ponce de Leon 234324

Durante unos días, por distintas razones, he debido quedar en mi pieza. Ello es una realidad que me tiene incómodo.

No he podido salir a callejear, cosa que me fascina, ni he podido salir a recorrer algunos barrios. Todo se ha reducido a estar entre las paredes de mi cuarto.  

No puedo decir que estoy entre cuatro paredes puesto que una de ellas es un ventanal que me permite ver, constantemente, el mismo paisaje.

Ya estoy cansado de observar un enorme edificio que se me impone ente mi visión y el horizonte. Un poco más allá los barrios y su gente y mucho más allá una larga hilera de arboles que marcan el horizonte.

No me quejo de mi situación puesto que, lo sé, ello es puramente transitorio. No puedo negar que, pese a la transitoriedad, me tiene incómodo.

Por momentos experimento la extraña sensación de que me falta algo. Por momentos siento las inmensas ganas de salir a la calle y transitarla sin sentido alguno. Por momentos experimento el deseo de poder recorrer algunos lugares muy especiales de la cercanía del lugar donde vivo.

Nada de eso es posible. Debo cuidarme para poder volver a salir en correcto estado y, para ello, debo permitir que lo transitorio del momento no sea alterado por mi prisa.

Debo reconocer que esto es una realidad nueva en mi vida puesto que nunca había pasado por una situación similar.

Esta situación me ha hecho leer como nunca y saber que, encontrar algún tema para estos artículos, se me hace muy difícil. Parecería que la lectura me absorbe e impide que “la musa” me acerque algún tema.

Cuando quiero protestar por esto me vienen a la memoria esas personas que, por diversas razones, saben que lo suyo es muy prolongado o no tiene la posibilidad de revertir su estado. Son esas personas que viven encerradas en un mundo que se va haciendo, día a día, más pequeño y difícil. En un mundo de pocas y, cada vez menos, posibilidades. En un mundo donde, sin buscarlo ni quererlo, la soledad va ocupando más y mayores espacios.

En oportunidades esa realidad les hace inventarse un mundo diverso al que viven. Se construyen un mundo de ilusiones o fantasías que únicamente ellos logran descubrir.

En oportunidades, ante su reducida posibilidad de acción se inventan tareas y actividades que, siempre, concluyen en la más absoluta nada.

En oportunidades, para ocupar el tiempo, se sumergen en una lectura que no llega a atraparles ya que no logran comprender lo leído ni recordar el sentido de la misma.

Es allí donde descubro que, lo mío, es una gran oportunidad para aprender a transformar los momentos de la vida en una oración. Una oración que me permite “estar” con esas personas y, así, experimentar que no vivo un drama, ni una desgracia, sino, simplemente, una oportunidad que no debo desaprovechar o vivir erróneamente.

Nada logro con plantearme el inútil “¿Por qué a mí?” y, cuando ello me sucede debo recurrir a un cambio en la pregunta “¿Para qué a mí?” y ello me debe hacer sentir con alguna responsabilidad a realizar.

No soy ni un místico ni un santo puesto que, ni siquiera soy un, debidamente, buen cura. Estoy lejos de ello, pero, he descubierto que muchos momentos se transforman cuando, llenándolos de Cristo, los hacemos oración. Allí desaparece el encierro, el edificio no molesta ni los barrios están lejanos  

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