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"La intemperie", escribe Martín Ponce de León

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Martin Ponce de León 24332 (2)

Una de las notas significativas de Jesús, según los relatos evangélicos, es que realiza gran parte de su actividad a la intemperie.

No es que desprecie o ignore lo entre cuatro paredes sino que le brinda gran importancia a su constante salir a la intemperie.

Sin lugar a dudas tal realidad es exigente y desgastante pero es lo que nos muestra como realidad a realizar.

A la intemperie no se va con manuales prefabricados ni con recetas preestablecidas.

A la intemperie se va con la frágil realidad de lo que uno es y su búsqueda constante de respuestas concretas.

A la intemperie se va con el ritual de la sonrisa sincera que acorta distancias y la disponibilidad a escuchar.

A la intemperie no se va con un rol a desarrollar sino con la tarea desafiante de ser uno mismo.

Jesús va al encuentro del otro que tiene la necesaria necesidad de plantear sus necesidades bien concretas.

Jesús va al encuentro del otro sabiendo deberá brindar una respuesta hecha signo, palabra o gesto que despierte una sonrisa que expresa liberación o realización.

Jesús no se refugia en la comodidad de lo seguro y convencional.

Tiene su espacio para la oración personal y tal cosa lo utiliza con profundidad y frecuencia pero no se limita a ello sino que, tal cosa, lo impulsa a salir y vivir a la intemperie.

Sale a la intemperie para encontrarse con aquel que sufre la soledad en la que vive.

Sale a la intemperie para encontrarse con aquella que manifiesta su cansancio y su sentirse no apoyada en su entrega de tantas jornadas.

Sale a la intemperie para encontrarse con quien siempre tiene la necesidad de pedir algo más.

Sale a la intemperie para encontrarse con aquel que vive pensando en lo material y aspira a tener más.

Sale a la intemperie para encontrarse con quien no le entiende y no comparte su actuar.

Nada de ello le importa y constantemente está dispuesto a salir a la intemperie con su mejor disponibilidad y con el color de la felicidad pintado en su rostro.

Quedarse entre cuatro paredes puede parecer mucho más simple y sencillo pero no es lo que experimenta como propio de su ser.

Lo suyo es salir al encuentro para encontrarse con reclamos siempre renovados.

Es salir y constantemente encontrarse con solicitudes a las que debe dar respuesta. Interminable lo suyo. Exigente lo suyo. Tremendamente desgastante.

Es evidente que tal actuar de su parte no podía ser comprendido ni aceptado por quienes viven encerrados entre cuatro paredes y allí han depositado la razón de su existencia.

Las cuatro paredes es lo establecido y convencional. Es lo rutinario y lo formal. Es lo que no tiene lugar para lo creativo ni para la iniciativa particular.

Las cuatro paredes es lo cómodo y sencillo puesto ya está todo dispuesto y nada hay que improvisar.

Lo de Jesús es salir a la intemperie para brindar una respuesta cargada de novedad puesto que respondiendo a solicitudes nuevas.

Lo de Jesús es desestabilizador porque sacude y cuestiona a lo ya establecido.

Lo suyo parece es una tarea de nunca acabar puesto que siempre se encuentra con una realidad nueva a la que responder.

Por ello es que los relatos evangélicos le brindan tanta importancia a su actividad a la intemperie.

Porque esa debería ser, también, una de nuestras actitudes permanentes.

Pero, claro, es mucho más sencillo, vivir nuestro cristianismo entre cuatro paredes que animándonos a salir a la intemperie y, siendo nosotros mismos, ayudando a otros a que se sientan personas dignas porque escuchadas.

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