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"Nada sencilla tarea", escribe Martín Ponce de León

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Podría entenderse que ello es hacer conocer los relatos evangélicos.

Evangelizar no es enseñar sino compartir la buena noticia que poseen los relatos evangélicos.

No es enseñar sino compartir.

Evangelizar es compartir, con gestos bien concretos, la realidad de que Dios nos ama.

Evangelizar es vivir y compartir una experiencia de amor.

El primer paso de la evangelización es saberse amado por Dios.

No porque no se sienta mejor que los demás sino porque uno se sienta aceptado y comprendido desde todos sus errores.

No es saber que uno puede ser mejor y cuando lo sea será amado por Dios.

Es saberse amado hoy en lo que uno es.

Esa experiencia de amor hacer que uno se sienta aceptado y respetado pese a sus innumerables equivocaciones.

Es allí donde uno llega a la convicción de que puede ser mejor y hace de su vida un intento constante.

Es acercarse a otra persona para hacerle saber que también es persona.

Toda persona es razón del amor de Dios.

Dios acepta a cada uno tal como es y jamás desprecia a nadie.

Por eso, la primera tarea del evangelizar, es hacer que otros se sepan personas porque tratados como tales.

Allí comienza la evangelización.

Ayer conversaba con un joven y me decía: “Comencé a cambiar cuando me di cuenta que siempre me miraban con cariño”

Esa es la tarea evangelizadora que la realidad de hoy nos está pidiendo realicemos.

No es una tarea sencilla puesto que, muchas veces, sufriremos desaliento o frustración.

No es una tarea sencilla puesto que no es nada simple respetar y aceptar los tiempos de los demás ya que ellos no son, necesariamente, nuestros tiempos.

En oportunidades nos dejamos ganar por la mentalidad del hoy donde todo tiene prisa y debe ser “ya”

Evangelizar es respetar los procesos que cada uno puede y debe vivir.

Evangelizar es un respeto que se vuelve darse sin esperar a cambio.

Evangelizar es actuar por convicción y no para esperar resultados. Hago lo que realizo porque ello es lo que debo.

Claro, nosotros solemos, a esta última frase, agregarle “para que el otro….” Y ese suele ser nuestro error conceptual.

No somos quienes para pretender modificar al otro. Jamás podemos ignorar que el otro ha llegado a ser como es, quizás, impulsado por experiencias de vida que nos son fáciles de olvidar o dejar de lado.

Un día se nos ocurrió poner un calefón para que se pudiesen duchar con agua caliente. Debe de haber pasado más de un mes donde nadie utilizó lo que poníamos a disposición de ellos. Con el paso del tiempo alguno llegaba por la tarde a solicitar poder darse una ducha. Hoy lo utilizan con naturalidad y normalidad. Debieron realizar un proceso que

no correspondía a nuestros tiempos. Luego de casi tres meses de desocupación la ducha tiene razón y utilidad.

Pongo este ejemplo tonto para hacer ver como los procesos de cambio no pueden responder a nuestros intereses pero, sin duda, la evangelización siempre es eficaz.

Nunca es sencillo que alguien se descubra persona cuando todo, parecería, indicarle lo contrario. Luego vendrá el ayudarles a que se descubran útiles y necesarios.

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