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"Un hecho de la historia", escribe Martín Ponce de León

A cada uno de nosotros Dios nos llama por nuestro nombre y nos hace saber que desea contar con nuestros brazos para que construyamos allí nuestro mejor “belén”

Reflexiones Redacción 220.UY Redacción 220.UY

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Martin Ponce de León 24332 (2)

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Los relatos evangélicos sitúan al acontecimiento de la Navidad como un hecho de nuestra historia.

No es el producto de la imaginación de algún iluminado.

No es el resultado de los deseos más profundos de un pueblo religioso.

Es un acontecimiento situado en la historia y para transformarla.

Quizás encontremos, en el relato final, una serie de géneros literarios pero los mismos no le quitan historicidad al relato.

Navidad es el amor de Dios, hecho persona, irrumpiendo en la historia de la humanidad en un tiempo concreto y en un lugar bien determinado.

Esa realidad de la Navidad continúa dándose.

Así como quiso nacer en un momento histórico del pueblo judío hoy quiere nacer en nuestra historia.

Esa historia que está colmada de acontecimientos, situaciones y rostros.

Esta historia donde las realidades nos golpean de una forma muy diversa a cada uno y van pasando, conforme nuestra realidad personal, a ser parte de nuestra historia.

Existen acontecimientos que nos hacen saber somos parte de la comunidad universal y todos los medios se encargan de introducirnos en ellos y, luego, nosotros lo incorporamos a dejamos se pierdan en nuestro olvido.

Están, también, esos hechos que nos hacen saber somos parte de una realidad nacional donde hay hechos locales que van formando parte de nuestra realidad,

Con nitidez podemos ubicarlos en el lugar que les corresponde, no confundimos lo universal con lo nacional, pero, luego ambos se confunden en nuestro espacio interior ya que pasan a ser trozos de nuestra historia personal.

Lo mismo sucede con lo nacional y lo departamental. Se supone que esto último nos resulta más cercano y, por ello, más nuestro.

Pero, fundamentalmente están esas realidades que son bien “nuestras” y son una parte importante de nuestra historia.

Allí, fundamentalmente, nos encontramos con rostros que han formado y forman nuestra realidad personal.

Todos tenemos una historia personal y es allí donde quiere construirse la Navidad de este hoy.

A cada uno de nosotros Dios nos llama por nuestro nombre y nos hace saber que desea contar con nuestros brazos para que construyamos allí nuestro mejor “belén”

Quiere nacer en nuestros brazos para llegar a esos rostros que hacen a nuestra historia y colmarlos con su buena noticia de amor.

En la medida que sepamos mirar aquella primera navidad, y pongamos, en esta que debemos construir, sus valores esenciales estaremos haciendo de nuestro ser un renovado y trascendente “belén”

Debemos poner, en nuestros brazos, valores como solidaridad, amor, cercanía, ternura, sencillez, humildad, encuentro, confianza, generosidad, fe, esperanza y todas esas realidades que podemos encontrar en aquella Navidad primera.

La Navidad no se construye con objetos que podemos adquirir en algún comercio sino con valores que vamos haciendo parte de nosotros.

Cada uno de nuestros brazos es válido para que el amor de Dios irrumpa y se derrame a los demás. Necesario es que sepamos, con la ayuda de Dios, construir un “belén”

La Navidad no es un algo para las redes sociales, para los medios de comunicación o para el calendario. Es un algo para y desde nuestra historia.

Es, allí, donde se necesita cada uno de esos valores que dicen y hacen a la esencia de la navidad.

Navidad dice de una historia que se colma de Dios.

Navidad dice de una buena noticia que se hace cercanía con los demás.

Navidad dice de un encuentro de amor y gratitud que transforma nuestra historia.

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