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"Pronóstico", escribe Martín Ponce de León

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Martin Ponce de Leon 34244332

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Hace un tiempo le regalaron un celular.

Luego de muchas veces indagar sobre detalles de funcionamiento del mismo lo comenzó a utilizar.

Fueron muchas consultas sobre encendido, apagado, búsqueda de tal o cual cosa, solicitudes de números o cosas por el estilo.

Le costó un buen tiempo agarrarle la mano pero lo consiguió.

Preguntado sobre la utilidad que le brindaba el celular manifestó que le servía para “saber la hora, escuchar música y conocer el pronóstico del tiempo”

Ahora ha aprendido que se le puede formular preguntas a viva voz y que el celular le responde.

Los días que tenemos “Mesa Compartida” siempre es el primero en llegar puesto que “debe cumplir con su tarea”

Dicha tarea, que él se ha asignado es pasar un paño húmedo en los manteles de las mesas del comedor para luego poner los vasos, las servilletas y el cubierto que se utilizará ese día delante del lugar en el que suele sentarse cada uno.

Una vez concluida esa tarea que para cualquiera implicaría unos pocos minutos pero que a él le insume mucho tiempo, pone agua a calentar. Agua que se utilizará para cocer los fideos o el arroz.

Terminado ese prolongado ritual se ducha y, luego, se instala delante de su celular.

Una vez encendido y puesto a importante volumen consulta por el pronóstico del tiempo para la ciudad.

Escucha el informe y lo comparte con cada uno de los presentes que, obviamente, lo acaban de escuchar en directo.

Luego busca un lugar que tiene programado y emite música cristiana.

Escuchando música, a un notorio volumen, come algunos bizcochos y duerme de a ratos.

Cuando ha pasado un buen rato en que todos escuchamos la música cristiana vuelve a preguntar por el pronóstico del tiempo que, generalmente, suele ser igual al que ha escuchado un rato antes.

Ya no lo comparte sino que se sumerge, nuevamente, en la música.

Aunque cerca suyo estén otros tomando mate y conversando él se encuentra aislado porque escuchando la música y, naturalmente, sin bajar el volumen.

El celular, para él, es mucho más que una adicción.

Antes se aislaba durmiendo, ahora se aísla perdiéndose en la música que escucha.

El celular lo aísla completamente del resto y nada lo mueve de escuchar con la mirada fija en el celular.

Supuestamente el celular es un medio de comunicación pero para él es un instrumento que lo encierra en una burbuja que lo aísla completamente.

Sé que lo suyo no es modelo de nada puesto que “no le funciona correctamente el plato del microondas” pero es un vivo ejemplo del comportamiento de muchos.

El celular les sirve para no estar en contacto con el entorno o para mantenerse al margen de quienes le rodean.

Allí empequeñecen su mundo puesto que se contactan únicamente con quienes desean y se zambullen en las ofertas que le interesan.

Se detienen en los videos que reciben ignorando que hay quienes están a su lado. En oportunidades escuchan como si los demás tuviesen la obligación de escuchar lo que ellos.

Hay veces que las reuniones deben demorar su comienzo puesto no falta quien esté urgido por escuchar algo que le han enviado y ello les permite demorar el hecho de tener que silenciar o apagar al celular.

Me llama la atención como, en oportunidades, uno puede encontrar a un grupo de gente que está encerrada en sí misma puesto que atendiendo su celular y no compartiendo con los demás.

De no usarse correctamente al dichoso aparatito es fácil pronosticar que dentro de un tiempo viviremos tan encerrados en nosotros mismos que nos comunicaremos, únicamente, celular mediante.

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