
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
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Venía caminando y era imposible no mirarlo.
Sabía de su ocupación y, por lo tanto, no debería llamarme la atención pero igualmente lo hacía.
Prácticamente todo su cuerpo estaba cubierto de barro.
Se detuvo donde me encontraba.
Lo saludé con un “Buenos días” puesto que, para mí era un vecino más del barrio.
“¿Usted es el Padre Martín?” me preguntó.
Ante mi respuesta afirmativa se recostó al coche y se puso a conversar.
Según él me conocía de “como cuarenta años”. Yo, debo reconocerlo, no lograba recordar a su persona pero ello no hacía al caso.
Se disculpó por estar tan sucio pero……
“Es lo que tiene el dedicarse a hacer ladrillos” le dije.
“Usted me vio la otra vez que estuvo por aquí pero no me animé a saludarlo por miedo a equivocarme de persona”
Luego de esa particular presentación se puso a hablar de su familia y de la situación que vivía ya que el horno quedaba, ahora, junto a las casas que lo iban rodeando.
Cada tanto retiraba con un dedo el barro que dejaba sobre el blanco del coche pero seguía con su conversación.
¿Qué pretendía con su conversación? Absolutamente nada más que compartir con alguien y, casualmente, me encontraba para que le escuchase.
En primer lugar no dejaba de asombrarme ante el hecho de ser reconocido por aquella persona y, en segundo lugar, me sentía útil pudiendo escucharle.
Él no tenía ningún interés en solicitar nada y yo no tenía nada que poder ofrecerle.
Solamente tenía la posibilidad de escucharle y lo hacía con total atención.
Detrás de aquella cantidad de barro que cubría su cuerpo había una persona que necesitaba compartir y tenía la oportunidad de hacerlo.
Sin duda que a mí me brindaba la oportunidad de ser útil y para él era la oportunidad de un desahogo.
Sin duda que uno podría considerar que no había hecho nada puesto que él continuaba cubierto del mismo barro con el que se detuvo al comienzo pero, luego, podía sentir que le había sido útil prestándole una oreja aunque más no sea por un instante.
¿Podría haber hecho algo más por él? Sin lugar a dudas que no puesto que lo que deseaba era conversar y ser escuchado.
No habría de solucionarle ninguna de sus dificultades y él tampoco lo pretendía.
No podía ir más allá de lo que él pretendía en ese momento ya que habría sido una violencia de mi parte.
Sabía que no me encontraba por allí y que, únicamente, estaba de paso pero aprovechó la oportunidad para hacerme sentir cerca suyo y, no puedo negarlo, tal hecho me hacía sentir reconfortado.
La cercanía es un aporte que debemos saber practicar, aunque ello implique la apariencia de estar gastando tiempo, puesto que ello es, sin duda, una necesidad que muchos están esperando y necesitando.
Sucede que mucha importancia no le damos a esa actividad que debería ser prioritaria en nuestra condición de cristianos.
Cuando miramos el accionar de Jesús muchas veces nos detenemos en un sin número de actitudes pero muy pocas veces son las que priorizamos su cercanía.
Tal vez que sea uno de esos temas que no suelen hablarse con frecuencia puesto que implicaría muchos cambios en nuestra conducta.
Debo reconocer que aquel encuentro con aquel hombre cubierto de barro me servía para cuestionarme sobre mi ser de cristiano ya que me preguntaba sobre mi cercanía para con los demás.
Como estoy muy lejos de comportarme como Jesús lo haría aquel momento me servía para hacerme saber lo mucho que debo aprender para ser cercano de los demás.
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
"Puede parecer un simple detalle producto del tiempo que ha transcurrido entre el hecho y su escritura, pero, también, dice mucho para la mentalidad religiosa de aquel tiempo", dice Ponce de León.
Deseos puesto que el año transcurrido nos ha dejado un cúmulo de experiencias y existen algunas que deseamos prolongarlas y se dan otras que debemos buscar o modificar, dice Ponce de León.
Quizás haya alguien a quien dicho perfume no le agrade por intenso o penetrante, por duradero o invasivo. Yo, debo reconocerlo, me descubro disfrutando de tal aroma, dice Ponce de León.
Eran casi las ocho de la mañana y ellos comenzaban el día tomando y, tal cosa, se prolongaría durante todo el día y todos los días.
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.
Son manos grandes y ásperas producto de muchos años dedicados a tareas diversas y exigentes.
Nuestro intento no pasa por ser una prolongada parodia de un personaje que debemos intentar imitar lo más perfectamente posible.
El cura párroco que está al frente de una importante obra social, con la puesta en marcha de un comedor que ya tiene varios años, habló con 220.UY sobre la realidad social que hoy se vive.
"Para que las claudicaciones no nos frustrasen. Para que supiésemos enfrentar la cruz sin reniegos ni miedos alienantes", dice Ponce de León.