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"Sacramento", escribe Martín Ponce de León

“El sueño de ella era tomar la comunión e iba a comenzar a prepararse cuando se enfermó. Antes de su muerte a mí me gustaría que ella realizara su sueño”......

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Martin Ponce de León 24332 (2)

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Me solicitaron llevase la comunión a una enferma.

La señora se encuentra en cama desde hace mucho tiempo.

Delgada, pequeña y con el color propio de quien hace ya mucho tiempo que no recibe rayos de sol.

La señora posee unos cuantos años.

“El sueño de ella era tomar la comunión e iba a comenzar a prepararse cuando se enfermó. Antes de su muerte a mí me gustaría que ella realizara su sueño”.

Mientras la hija de la enferma me explicaba la razón de su llamado yo no dejaba de observar a aquella mujer que yacía en la cama con los ojos muy abiertos.

Miraba sus manos que se movían velozmente.

“¿Qué es lo que está haciendo?”.

“Teje. Pasa todo el día haciendo como que teje. Estando bien tejía constantemente y ahora lo sigue haciendo”.

Evidentemente aquel era un tejido interminable. Mucho más interminable que el de Penélope puesto que no tenía ni agujas ni lana.

Suena el teléfono. Quien me esta atendiendo pide permiso y acude a atender en otro lugar de la casa.

Quedo junto al lecho de aquella anciana que “tejía”.

En eso, deja “el tejido” sobre el regazo y me observa.

Tal vez recién se ha dado cuenta de mi presencia.

Es notorio que me observa tratando de identificarme.

Su rostro se ilumina. Si no fuese que es la primera vez que la veo diría que me identificó.

“Hola, Gloria, ¿cómo estás?” Me saludó con una voz muy alegre.

Tratando de tragar la risa le contesté con un sobrio “Bien”.

“Que ronquera tenés ¿cuándo te la pescaste?”.

“Ayer” le dije sin saber lo que debía seguir diciendo.

Oportunamente llegó la hija. “Usted perdone pero............”

Al escuchar la voz de su hija la señora había vuelto a su tejido interminable e invisible.

“¡Pobre mamá! Está en un mundo de hace cincuenta años. Hay veces que está en el almacén que tenía cuando era soltera y vende, discute, ofrece y cobra. Hay veces que habla con gente que ni sabemos quienes son porque no llegamos a conocerlas”.

Mentalmente me preguntaba sobre el sentido de aquella comunión que había solicitado.

Sin lugar a dudas, para la enferma, no tenía mucho sentido puesto que, difícilmente, podría entender lo que habría de realizar.

¿Debía darle la comunión?

Era ella quien habría de recibir un sacramento pero......... ¿lo celebraba?.

Quizás debía explicarle a la hija que su madre, perdida mentalmente, no habría de........

Un sacramento es un encuentro personal con Dios y, por lo tanto, es un ejercicio de conciencia y libertad.

Ninguna de aquellas dos realidades se daba en aquella señora.

“¿Usted quiere que le explique lo le va a dar?”.

“¿Ella te va a entender?”.

“No, nada”.

“¿Y, entonces........?”

Tampoco tenía sentido que a la ilusionada sana le formulase explicación alguna.

Me esforcé lo más posible en una improvisada oración.

La hija forzó a su madre a abrir la boca y deposité sobre la lengua al Cuerpo de Cristo.

Le di la bendición a ambas y me retiré.

La hija quedó acariciando el rostro de su madre mientras le explicaba que su sueño se había cumplido porque “Jesús está con vos”.

Desde la calle podía ver aquella escena aunque ya no escuchaba lo que continuaba diciéndole.

Quizás la enferma nunca se entere de que había recibido a Cristo pero, sin duda, su hija había recibido un Cristo muy particular.

Había realizado el sueño de su madre.

Sabía que Cristo estaba, particularmente, en su casa.

Estaba feliz.

¿No es eso un “sacramento”?.

¿No era yo el que pensaba que era un sin sentido lo que iba a realizar?.

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