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"Dios irrumpe", escribe Martín Ponce de León

Cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén decimos “El amor de Dios irrumpe en nuestra historia hecho Rey”

Reflexiones Redacción 220.UY Redacción 220.UY

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Cuando celebramos Navidad decimos que “El amor de Dios irrumpe en nuestra historia hecho persona”

Cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén decimos “El amor de Dios irrumpe en nuestra historia hecho Rey”

Los discípulos de Jesús son los primeros en “ponerle color” a aquella entrada que no tenía para Jesús mucho más que un importante desafío y se transforma en un acontecimiento político religioso significativo.

Sin lugar a dudas el gran conflicto de Jesús fue con las autoridades religiosas de su tiempo puesto que ponía, en su propuesta, el centro en la persona del otro mientras que el templo y sus servidores ponían el centro en la Ley y su observancia.

Sin lugar a dudas la propuesta de Jesús modificaba lo propuesto por las jerarquías de su tiempo y por ello su conflicto con ellos.

Es así como Jesús se vuelve una gran molestia y deciden quitarlo del medio.

Jesús comenzó su prédica en la Galilea que no era una región religiosamente bien vista por las autoridades y por ello no incomodaba ni hacía sentirse molesto a nadie.

Pero poco a poco va acercándose a la capital y al centro mismo de la presencia del templo y sus jerarquías y allí comienza por producir un cierto escozor y luego transformarse en una auténtica molestia de la que hay que liberarse.

Al entrar en Jerusalén no hace otra cosa que ponerse a la vista de sus enemigos que ya no soportan más su presencia.

Dios – Jesús irrumpe hecho Rey, pero como en Navidad, es un signo de contradicción.

Le acompaña un grupo de discípulos que van a contagiar al pueblo su alegría y sus convicciones.

Es ese mismo pueblo que se deja manipular puesto no entiende mucho de lo que se está celebrando pero que no deja pasar la oportunidad de celebrar una fiesta en aquel tiempo tan colmado de frustraciones y tristezas.

Es ese mismo pueblo que ha visto en aquel hombre un dador de soluciones a sus muchísimas necesidades y, que mejor, animarse a proclamarlo. Es, tal vez, el comienzo de un nuevo tiempo y no se quedan al margen de ello.

No posee nada de lo que un Rey suele tener y, por ello, le abren una cuota de esperanza.

Lo acompañan unos ignorantes pescadores que nada entienden de cohorte ni de custodia personal.

No avanza en una carroza que lo mantiene seguro y distante sino que viaja sobre un asno que lo hace vulnerable y cercano.

No tiene ropajes con destellos de oro o piedras preciosas sino que viste como el ser humano común que lo recibe.

Su gran prédica no ha sido el enfrentamiento o la violencia contra el sistema sino una prédica cargada de gesto que dicen y hacen al amor.

Mientras ingresa el pueblo se enfervoriza e identifica con Jesús mientras las jerarquías de su tiempo, desde sus lugares seguros mastican bronca y desprecio.

El amor irrumpe y suscita incomodidad para aquellos que tienen todo resuelto y consideran no le necesitan.

Sus vidas están aseguradas y no necesitan de alguien que viene a modificar su actividad desde sus mismos cimientos.

Han hecho del templo una fuente de seguridades y no están dispuestos a modificar tal realidad en aras de los más necesitados del pueblo.

Jesús, con su propuesta, viene a complicar la vida con su propuesta de solidaridad y compromiso social y ellos no están para nada dispuestos a dejarse complicar la existencia.

El amor irrumpe y nuestra historia se transforma.

El amor irrumpe y nuestra vida se complica en pos de la realización.

El amor irrumpe y Dios hecho Rey y persona se hace presencia entre nosotros.

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