
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
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Ojalá existiese una fórmula única para saber lo que es hablar con Dios.
Sin duda que ello nos ofrecería una seguridad que nos quitaría la libertad de poder realizar tal cosa.
Es indudable que para poder tener una manera segura necesitamos acercarnos a Jesús y aprender de lo suyo.
Él con todo su ser era y es una prolongada palabra de Dios y todo lo que hacía o decía era su forma de hablar de Dios.
Habla de Dios cuando actúa mostrando la paternidad de Dios y sus características propias de ella.
Dice que es un Padre cercano desde cada gesto de cercanía para con aquellos que le necesitaban.
Una cercanía que se hacía mano tendida para ayudar a esos necesitados de saberse tenidos en cuenta.
Una cercanía que no necesitaba de palabras que la explicasen ya que su hecho era su más elocuente palabra.
Hablaba del Padre Dios cercano tomando la iniciativa y saliendo al encuentro.
El Dios cercano de Jesús es, como Él lo demuestra, un alguien que constantemente está saliendo a la intemperie para que las necesidades le encuentren.
No es un alguien que espera acudan a Él sino que va al encuentro con todo lo que ello implica.
El “Dios del templo” era un alguien al que había que llegar y cumplir con rituales y fórmulas.
El “Dios de Jesús” va al encuentro, escuchaba necesidades, encontraba situaciones y responde a los planteos concretos con los que se ha encontrado.
El “Dios de Jesús” no apela a fórmulas o rituales sino que lo suyo era brindar gestos bien concretos que eran su respuesta a las necesidades con las que se encontraba.
Esos gestos eran, sin lugar a dudas, para Jesús, su mejor manera de hablar de Dios.
Hablaba de Dios como un Padre cercano y misericordioso.
Por eso no juzgaba ni condenaba.
Su cercanía no era para juzgar, censurar o hacer que el otro se hundiera un algo más en su estima personal.
Se acercaba y su mano tendida redimía y dignificaba. Se acercaba y su sonrisa era una elocuente palabra que hacía que el otro se sintiese alguien al instante.
Jesús acompañaba sus palabras con gestos bien reales que podían resultar más poderosos que sus dichos.
Sucede que es mucho más fácil quedarse en sus dichos y no en sus gestos.
Sus palabras sin la compañía de sus gestos carecían de pleno sentido. Sus gestos eran su mejor palabra para decir de Dios.
Para hablar de Dios necesitamos de gestos de cercanía y misericordia. Sin esos gestos lo nuestro puede ser un hermoso sermón pero no pasará de ello.
Dios hace a la vida y por lo tanto es con nuestra vida que pronunciamos las más correctas palabras sobre Dios.
Será un hablar balbuceante, dificultoso y en oportunidades inentendible pero siempre será nuestra mejor palabra sobre Él esa que pronunciamos desde y con la vida.
Dios hace y dice de la vida y por ello nuestra palabra sobre Él debe estar en relación directa con nuestro actuar.
Siempre sostengo que nuestras mejores palabras sobre Dios o sobre nuestra fe o nuestra creencia religiosa es la que pronunciamos con nuestras manos puesto que son ellas las que producen esos gestos que dicen de Él.
Hablo de Dios interesándome por la vida del otro, conociendo su entorno o sabiendo sus inquietudes.
Hablo de Dios sin la necesidad de “hacer gárgaras con Dios” sino compartiendo con los demás trozos de vida porque hablar de Dios es vivir con Él y brindarlo brindándonos.
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
"Puede parecer un simple detalle producto del tiempo que ha transcurrido entre el hecho y su escritura, pero, también, dice mucho para la mentalidad religiosa de aquel tiempo", dice Ponce de León.
Deseos puesto que el año transcurrido nos ha dejado un cúmulo de experiencias y existen algunas que deseamos prolongarlas y se dan otras que debemos buscar o modificar, dice Ponce de León.
Quizás haya alguien a quien dicho perfume no le agrade por intenso o penetrante, por duradero o invasivo. Yo, debo reconocerlo, me descubro disfrutando de tal aroma, dice Ponce de León.
Eran casi las ocho de la mañana y ellos comenzaban el día tomando y, tal cosa, se prolongaría durante todo el día y todos los días.
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.
Son manos grandes y ásperas producto de muchos años dedicados a tareas diversas y exigentes.
Nuestro intento no pasa por ser una prolongada parodia de un personaje que debemos intentar imitar lo más perfectamente posible.
El cura párroco que está al frente de una importante obra social, con la puesta en marcha de un comedor que ya tiene varios años, habló con 220.UY sobre la realidad social que hoy se vive.
"Para que las claudicaciones no nos frustrasen. Para que supiésemos enfrentar la cruz sin reniegos ni miedos alienantes", dice Ponce de León.