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Columna: ¿El poder obnubila?, por Aníbal Durán

Aníbal Durán es el Director Ejecutivo de la Asociación de Promotores Privados de la Construcción del Uruguay (APPCU)

Columnas 01/09/2023Redacción 220.UYRedacción 220.UY

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Decía el autor Edward GIBBON y parafraseo a Alberto Benegas Lynch(h), que de ¨todas
las pasiones y apetitos, el amor al poder es el de naturaleza más tiránica y antisocial¨.
En esta instancia del proceso cultural evolutivo, un político republicano accede al poder
al solo efecto de contribuir a la protección de los derechos de los gobernados y no
porque le satisfaga el apetito de dominación, se siente un servidor en cuyo contexto
está atento al poder ciudadano, por ello actúa como mandatario en respeto a sus
mandantes.
El político verdaderamente republicano detesta las culturas cercenadas propias de los
nacionalismos y tiene conciencia de los indispensables límites a su poder por lo que
rechaza la posibilidad de administrar vidas y patrimonios ajenos, no solo
por una cuestión de respeto sino por la necesaria modestia al reconocer que la
concentración de poder también concentra ignorancia y desdén hacia el ciudadano. El
político republicano centra o debería centrar su atención en la seguridad y la justicia,
tal vez también la salud, que habitualmente son las funciones vitales que los gobiernos
descuidan debido a la antes mencionada pasión por el poder que lo empuja a todo tipo
de aventuras dictatoriales, con o sin apoyo electoral. No queremos gobiernos de
ladrones de libertades, propiedades y sueños de vida. Por eso es pertinente establecer
límites a un Leviatán desbocado y que en definitiva eso termine degradando la
democracia.
El historiador decimonónico lord Acton en carta que le envía al obispo de la iglesia de
Inglaterra en 1887, contravenía lo que éste decía en cuanto a que los gobernantes y
miembros de la iglesia deberían ser tratados con benevolencia. Y decía Acton, que la
responsabilidad histórica debe estar a la altura de la responsabilidad legal. El poder
tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente y agregaba “no hay
peor herejía que sostener que el cargo santifica al que lo detenta”.
¿A cuento de qué viene todo esto? Días pasados, el Presidente de la Cámara de
Comercio Argentina, supo convocar a su gremial a los tres candidatos más importantes
a ocupar la presidencia del país hermano, donde disertaron y en algún caso
respondieron preguntas de los asistentes. Pero agregó sobre su mala experiencia con el
espectro político donde en términos generales NO se sentían escuchados, que las
reuniones que solicitaban parecían una suerte de “protocolo” que debía de cumplirse y
que lo conversado quedaba en agua de borrajas. En buen romance, no se sentían
representados, vivían en una suerte de orfandad donde no tenían ningún tipo de
resonancia las distintas reivindicaciones planteadas.
Me quedé pensando en la situación y la extrapolé a nuestro país. De ninguna manera
podemos decir que nos asemejamos, aunque años atrás, en muchos casos sucedía. Se
solicitaba una reunión, café mediante, el político interlocutor tomaba nota de lo que se
le planteaba y… Santas Pascuas. Aquí no ha pasado nada. Para nada estaba en
consonancia con el criterio de servidor público que es el que debe de primar y que
tendría que ser el leitmotiv de todo ocupante de algún cargo público y a quien se le
llame “jerarca”.
Ese es el concepto con el cual tiene que estar imbuido el aspirante a ocupar algún
cargo del tenor que sea. Servidor público. ¿Sucede en la vida real?
He narrado in extenso sobre la buena experiencia que hemos tenido tanto con el
gobierno nacional como con los gobiernos departamentales de Montevideo y
Canelones. En algún caso además de ser atentamente escuchados, nuestras
reivindicaciones fueron contempladas y plasmadas mediante sendas normas jurídicas.
Con el gobierno nacional tenemos muy buena experiencia. Los gobiernos
departamentales mencionados son los más requeridos por los promotores, también
Maldonado, y la experiencia también es enriquecedora. En las Intendencias citadas, los
logros fueron más dispares y está claro que el jerarca puede no estar de acuerdo con
nuestros postulados y negarse a algún planteo de nuestro acervo.
Pero siempre notamos ese feedback tan necesario, donde el interlocutor, a la sazón
quien legítimamente reclama ante el mandatario circunstancial, se ha sentido
interpretado. Tanto el Sr Presidente de la República como los intendentes de
Montevideo y Canelones han tenido la deferencia en más de una oportunidad de
visitar nuestra sede social y hemos departido en un ámbito descontracturado y donde
ha imperado siempre la buena voluntad.
Ésta es imprescindible para llegar a buen puerto en las negociaciones que se plantean.
Inteligencia y buena voluntad, pero si ésta falta, la primera no tiene cabida en el
partido.
Abogamos que esa Reforma del Estado que debería comenzar a implementarse en el
próximo gobierno, contemple la necesidad de la correcta atención al “mandante”, en
toda circunstancia y no que haya que acudir a un jerarca conocido para que
“desempolve” algún expediente que viene atrasado y lograr un cometido que si bien
puntualmente satisface, de ninguna manera es un objetivo plausible.
Aníbal Durán

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