"Felices aquellos ", la nueva reflexión del Padre Martín Ponce de León
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.
220.UY | Seguinos en redes
Compartir
Los acontecimientos que los cristianos celebramos en Semana Santa no son otra cosa que un gran canto al amor.
Jesús en cada instancia que celebramos no hace otra cosa que vivir, hasta las últimas consecuencias, el amor que posee por cada uno de nosotros.
Pero, es también, el amor que espera sepamos vivir por los demás.
El suyo no es otra cosa que un amor que busca vivamos de igual manera.
Cada momento de esta semana santa está colmado de un amor que se mueve en una doble dirección.
Nos hace saber tremendamente amados por Dios y nos invita a que crezcamos en gestos concretos de amor por los demás.
De muy poco nos sirve el sabernos amados por Dios si no intentamos, también, amar a los que Dios ama.
Los acontecimientos de semana santa no son otra cosa que el hacer propio de Jesús esa doble dirección del amor.
Ama y no se guarda nada.
Ama y se brinda por entero.
Ama y se hace perdón misericordioso.
Ama y es tan cercano que se hace comunión.
Ama y le da razón plena a su vida colmándola de sentido.
Su vida tenía una única razón y la cumple por ello se hace plenitud para la vida. Es el amor en su máxima manifestación.
No es otra cosa que un vivir a tope el darle sentido a su vida y mostrarnos como la nuestra puede, también, hacerse plenitud.
Nada ha de ser más realizador que darse sin guardarse nada para que otros, recuperando su total condición de personas, puedan saberse libres y redimidos.
Nos regala el sacramento del perdón. Se queda junto a nosotros, vence a la muerte. Manifestaciones de una vida entregada hasta sus últimas consecuencias.
Es la Palabra de Dios hecha hombre y como tal entona su más pleno canto al amor.
Es un canto que fue tarareando a lo largo de toda su vida y ahora, en su momento final, la hace prolongado y fuerte canto.
Para que los seres humanos unan su voz a la suya y entonen su mismo canto.
Para que todas las voces lo pronuncien, tarareen y canten.
Para que todas las voces la pronuncien y prolonguen en la espera de que, algún día, todo sea un interminable canto de amor que se experimenta y comparte.
Porque es un canto al amor es un algo que no nos deja al margen sino que nos involucra para que aportemos los colores únicos de nuestra voz.
Lo de Jesús no se queda detenido en Él. Quiere necesitar y contar con nosotros para que la vida de la humanidad se torne la oportunidad de unir más y más voces a la suya que es amor por y para todos.
Los acontecimientos de semana santa son una oportunidad para contemplar al amor y para comprometernos a intentar vivirlo desde la pequeñez de nuestras posibilidades.
No es un recuerdo ni es un sueño, es una oportunidad bien concreta para dejarnos apasionar por ese amor que continúa brindándose para que el hoy se colme de él.
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.
Son manos grandes y ásperas producto de muchos años dedicados a tareas diversas y exigentes.
Nuestro intento no pasa por ser una prolongada parodia de un personaje que debemos intentar imitar lo más perfectamente posible.
El cura párroco que está al frente de una importante obra social, con la puesta en marcha de un comedor que ya tiene varios años, habló con 220.UY sobre la realidad social que hoy se vive.
"Para que las claudicaciones no nos frustrasen. Para que supiésemos enfrentar la cruz sin reniegos ni miedos alienantes", dice Ponce de León.
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.
En oportunidades la confusión nos puede hacer pasar un mal momento, pero, generalmente.....
Cara a cara no para colmarnos de vergüenza por nuestras equivocaciones....
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.