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Columna: Industria virtuosa, por Aníbal Durán

Aníbal Durán es el Director Ejecutivo de la Asociación de Promotores Privados de la Construcción del Uruguay (APPCU)

Columnas 02/10/2024Redacción 220.UYRedacción 220.UY

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 Como si fuera una fuente de agua bendita, la industria de la construcción lanza sus tentáculos por doquier y en su camino van trepidando distintas industrias, profesionales de distinta laya, fleteros, camioneros, que van dándole forma al mentado círculo virtuoso de la construcción. Sin perjuicio del peso que tiene en el PBI y en el empleo (se estimula al sector cuando quiere abatirse el desempleo), es un sector integrado al tejido productivo provocando trascendentes encadenamientos. Además de la vivienda, el sector es clave en la infraestructura de un país, para la educación de la misma, para el turismo y para la salud, entre otras ramas de actividad.  Decíamos que su aporte al PBI ronda el 10% y cuando nos referimos a encadenamientos impulsores de la economía, hace alusión al contacto con otros sectores de actividad. Nos dice el CEEIC (Centro de Estudios Económicos de la Industria de la Construcción), que un aumento de 1 dólar en la demanda final de la construcción, genera encadenamientos hacia atrás, en los sectores proveedores, que inducen a un incremento de producción de 4.41 dólares.  Nos referimos a encadenamientos para atrás, cuando apuntamos a la capacidad de un sector de mover a otros sectores vinculados con la demanda de insumos que en definitiva la construcción insume (valga la redundancia). Por ejemplo, el valor agregado que generan sus proveedores de insumos, como hierro, cemento, cerámica, madera, maquinaria y los etcéteras son cuantiosos. Y además dichos encadenamientos pueden ser directos o incluso indirectos (proveedores de proveedores). En estos encadenamientos están las barracas que venden dichos insumos, están los camiones que los transportan, están los que colocan barandas para vallar las obras… Nos sigue diciendo el CEEIC que nuestro sector es netamente “impulsor”, es decir y reitero, capaz de generar derrames en el resto de los sectores, se ejemplificó líneas arriba y no es tan visto como un sector “receptor”, es decir un sector con capacidad para absorber los estímulos que la economía recibe. 

Cuando se está construyendo un edificio, es notorio el impulso que da dicha construcción. Pero siempre insisto con el ejemplo: ese producto una vez concluido, seguirá dando trabajo porque el edificio necesitará multiplicidad de servicios: desde un administrador que ordene las cuentas, pasando por un sanitario, un electricista, service de bombas, pintura, calefacción, servicio de seguridad y/o de portería, paisajismo y también varios etcéteras más… Además de los tributos que comenzará a generar el gobierno departamental que corresponda, contribución inmobiliaria, impuesto de puerta, etc. No dudamos que, a partir de marzo 25, el gobierno entrante seguirá apuntalando la Vivienda Promovida, los Megaproyectos y estimulando a aquellos emprendimientos que no son ni una cosa ni la otra. Correspondería, sería un tema de equidad. El otro tema tiene que ver con la burocracia: porque para que sucedan las cosas, no pueden trancarse los expedientes en las Intendencias departamentales o en un ente o servicio descentralizado. El paradigma debería ser: dejo hacer, confío. Eso sí, si no se cumple el sistema le caerá arriba al infractor. Así sucede en Chile. Haga, no habrá trabas, pero no infrinja. Será un tema de conciencia de cada uno. De nada valen las medidas que se han adoptado, si las trabas burocráticas enlentecen todo el proceso, desalentando inversores y frustrando inversiones millonarias. El gobierno nacional y los departamentales sobre todo la capital, Canelones, Maldonado han entendido el tema, pero los tentáculos del “pulpo abrazador estatal” es amplio y los incordios y las trabas se siguen produciendo. Es de Ripley que no se inicie una obra de inversión millonaria, por trabas que atentan contra el crecimiento (y me refiero a trabas que no deberían imposibilitar la obra). El estímulo a la inversión supone generar empleo, supone apuntar al crecimiento, aspecto que lo tenemos muy menguado, supone en nuestro caso, producir un bien social como es la vivienda y que, además, terminado un edificio, por ejemplo, seguirá demandando mano de obra. Recurrentemente dicho.  En definitiva, hablamos de sentido común. Aníbal Durán 

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