
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
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Tener fe no es tener una cierta cultura religiosa.
Tener fe no es, únicamente, participar frecuentemente de cultos o ritos.
Tener fe no es saber oraciones, dogmas o trozos de la Escritura.
La fe no es una cuestión que pase por el saber.
La fe dice y hace a una experiencia de vida.
Es experimentar que Dios está junto a nosotros en todos y cada uno de nuestros momentos y vivir en consecuencia a ello.
Por ello es que la fe hace a nuestra vida y a nuestra postura ante la misma.
La fe es aceptación y compromiso, es gratitud y tarea.
La fe no es un algo que podemos encerrar entre las paredes de un templo ya que dice y hace a nuestra vida.
La fe no es un algo que se limita a una elevación espiritual sino que hace a una dignificación personal en su mayor acepción.
Es sentir que Dios nos acompaña constantemente y, por ello, intentando vivir lo más conforme a lo que Él desea y espera de cada uno.
Es sentir que Dios siempre está junto a nosotros y por ello vivir para hacer de lo nuestro unas gracias constantes.
A Dios no le agradecemos, únicamente, con sinceras palabras sino que lo debemos hacer con el intento de una vida digna y dignificadora.
No alcanza con vivir dignamente sino que necesario se nos hace tener el empeño por ayudar a otros a que se dignifiquen como seres humanos.
La fe es sentir que Dios asume y transforma todo lo nuestro y, por ello, nos pide el empeño cotidiano de valorar y mejorar lo nuestro.
La fe se pone en práctica cotidianamente puesto que allí vamos demostrando cuál es nuestra postura ante la vida misma.
Vida que dice de una relación vertical y otra horizontal. Por ello nuestra vida es una constante cruz.
Vertical puesto que siempre estamos en directa relación con el trascendente.
Horizontal porque la presencia de los demás es una realidad inevitable en nuestro existir.
La fe es una tarea ya que siempre podemos ser más y mejores personas y, por ello, empeñados en ello.
Cuanta mejor persona se sea más útil se puede ser.
Cuanto mejor persona se sea más en relación con Dios se habrá de vivir y más cercano a los demás se habrá de estar y ello con desinteresada solidaridad.
La fe no es un algo que se tiene sino que es un algo que Dios regala a quien desea y porque lo desea.
La fe es un algo sobre lo que se debe trabajar con la ejercitación de la misma para que sea cada vez más vital en el interior de cada uno y, así, en su accionar.
¿Puede alguien que no tenga el don de la fe llegar a ser una buena persona? Obvio que sí. Pero, creo, no sucede lo mismo a la inversa.
Alguien a quien Dios le obsequia el don de la fe debería ser, necesariamente, una buena persona. Por ello es que resulta tan chocante el comportamiento a los que podemos denominar como “come santos”
La fe, por un lado, nos facilita las cosas puesto que, en algunas oportunidades, es aceptación (que no quiere decir resignación) y respeto pero por otro lado es algo que se nos hace exigencia ya que es un constante compromiso de intentar ser mejores y, con ello, más útiles.
Hay quienes entienden la fe es una experiencia íntima y puede quedar guardada en lo más interior de cada uno. Soy un convencido que ello no es así ni puede limitarse a serlo.
Nosotros no podemos transmitir nuestra fe sino que podemos, y es lo que se nos pide, que vivamos en consecuencia (coherencia) a ella.
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
"Puede parecer un simple detalle producto del tiempo que ha transcurrido entre el hecho y su escritura, pero, también, dice mucho para la mentalidad religiosa de aquel tiempo", dice Ponce de León.
Deseos puesto que el año transcurrido nos ha dejado un cúmulo de experiencias y existen algunas que deseamos prolongarlas y se dan otras que debemos buscar o modificar, dice Ponce de León.
Quizás haya alguien a quien dicho perfume no le agrade por intenso o penetrante, por duradero o invasivo. Yo, debo reconocerlo, me descubro disfrutando de tal aroma, dice Ponce de León.
Eran casi las ocho de la mañana y ellos comenzaban el día tomando y, tal cosa, se prolongaría durante todo el día y todos los días.
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.
Son manos grandes y ásperas producto de muchos años dedicados a tareas diversas y exigentes.
Nuestro intento no pasa por ser una prolongada parodia de un personaje que debemos intentar imitar lo más perfectamente posible.
El cura párroco que está al frente de una importante obra social, con la puesta en marcha de un comedor que ya tiene varios años, habló con 220.UY sobre la realidad social que hoy se vive.
"Para que las claudicaciones no nos frustrasen. Para que supiésemos enfrentar la cruz sin reniegos ni miedos alienantes", dice Ponce de León.