
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
Sus manos, siempre extendidas, se aferran a las nuestras puesto que siempre está dispuesto a hacernos saber que nos acepta y dispuesto a ayudarnos.
Reflexiones19/09/2023Compartir
Rezar es unir el corazón y las manos para expresar un deseo y nuestra disponibilidad a realizarlo.
Deseo de agradecimiento, pedido, perdón y disponibilidad o lo que sea que hace a nuestra relación con Dios.
Es allí donde nuestras manos se unen a las del Señor.
En esa unión es donde nos llama la atención el tamaño de sus manos.
Son manos grandes que nos despiertan, siempre, sorpresas o asombro.
La sorpresa o el asombro de saberlas siempre extendidas generosamente.
Siempre dispuestas y disponibles para recibirnos entre las suyas.
Allí podemos experimentar su ternura al tomar las nuestras sólo por puro amor.
Sus manos, siempre extendidas, se aferran a las nuestras puesto que siempre está dispuesto a hacernos saber que nos acepta y dispuesto a ayudarnos.
Sus manos extendidas nos regalan el calor de las suyas.
Así como nos regala su calor nos obsequia algún delicado detalle que nos ayude.
Detalle que suele ser algo que nos hará despertar una asombrada sonrisa.
Sus manos no se ocultan para ayudar.
Varias heridas recuerdan por lo que han pasado para que ya no necesite ocultarlas.
Están más que acostumbradas a estar a la intemperie. El viento, la solidaridad y la cercanía con los demás le haces ásperas pero tremendamente tiernas.
Sus manos poseen las espereza de estar a la intemperie pero, también la cálida ternura del encuentro con quien acude a sus manos.
En sus manos siempre hay lugar para una generosa solidaridad y el gusto de brindarla.
Son manos grandes puesto que totalmente entregadas y comprometidas a brindarlas a quien las necesite.
Sus manos revolotean subrayando sus palabras y haciendo que las mismas calen hondo en los corazones dispuestos a recibirlas.
Son manos grandes que se agitan como mariposas y ayudaban a que su sentido común fuese pura coherencia.
Sentido común, coherencia y alegría. Sus manos hacen que su sonrisa se vuelva cascabeles que suenen con tintineos brillantes.
Sus manos están más acostumbradas a brindarse desinteresadamente que a esperar cualquier tipo de devolución puesto que las brinda sin esperar a cambio.
Sus manos grandes se hacen cercanía para continuar interminablemente dándose.
Lo suyo es amor hecho entrega, dedicación y espontaneidad.
Sus manos se unen a las nuestras para ayudar a realizar los más variados sueños posibles.
Ante una solicitud acude con sus manos dispuestas a brindarlas para que alguien se pueda ayudar y ser más digno como ser humano.
Sus manos grandes siempre tienen tiempo para darse y ayudar.
Sus manos grandes saben de sufrimientos pero mucho más saben de amor y, por ello, las mismas están colmadas de caricias y mimos.
Sus manos grandes no tienen lugar para los reproches o los juicios ya que están disponibles para ayudar y brindarse.
Sus manos crean comunión y fraternidad porque regalan “Dios con nosotros”
Sus manos grandes construyen, porque plenas de amor, un mundo mejor porque más digno, más justo y mejor.
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
"Puede parecer un simple detalle producto del tiempo que ha transcurrido entre el hecho y su escritura, pero, también, dice mucho para la mentalidad religiosa de aquel tiempo", dice Ponce de León.
Deseos puesto que el año transcurrido nos ha dejado un cúmulo de experiencias y existen algunas que deseamos prolongarlas y se dan otras que debemos buscar o modificar, dice Ponce de León.
Quizás haya alguien a quien dicho perfume no le agrade por intenso o penetrante, por duradero o invasivo. Yo, debo reconocerlo, me descubro disfrutando de tal aroma, dice Ponce de León.
Eran casi las ocho de la mañana y ellos comenzaban el día tomando y, tal cosa, se prolongaría durante todo el día y todos los días.
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.
Son manos grandes y ásperas producto de muchos años dedicados a tareas diversas y exigentes.
Nuestro intento no pasa por ser una prolongada parodia de un personaje que debemos intentar imitar lo más perfectamente posible.
El cura párroco que está al frente de una importante obra social, con la puesta en marcha de un comedor que ya tiene varios años, habló con 220.UY sobre la realidad social que hoy se vive.
"Para que las claudicaciones no nos frustrasen. Para que supiésemos enfrentar la cruz sin reniegos ni miedos alienantes", dice Ponce de León.