
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
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Muy bien no sé debido a qué se vino a mi mente la imagen de aquel personaje de una película.
Impecablemente vestido con traje y corbata.
Pero llama la atención sus pies descalzos.
Tal vez porque no existe un par de zapatos de semejante tamaño.
Tal vez porque resulte imposible encontrar un algo con lo que cortar unas uñas grandes y que impiden el uso de algún calzado.
El contraste es demasiado llamativo como para resultar indiferente al observador.
Me habían llevado a conocer una zona del territorio parroquial donde se pretende pueda desarrollar mi tarea sacerdotal.
La ciudad me resultó ese gigante de traje y corbata. Grande, extendida y elegante.
Pero su borde me resultó ese ser con los pies descalzos y embarrados.
Allí se ve pobreza y casas muy sencillas. También se ven muchos complejos de viviendas.
Pero golpea a los ojos la realidad de tanta pobreza.
Mientras observo ese trozo de la ciudad mi mente se dispara hacia otro trozo donde uno se encuentra con similar realidad de precariedad.
Mientras mis ojos se llenan con la visión del lugar que se me está enseñando mi mente queda en blanco ante el desafío de una posible tarea.
¿Qué hacer? ¿Cómo ser útil? ¿Cómo poder servir?
Es evidente que no debo angustiarme ante el hecho de no tener ninguna idea de por dónde comenzar.
Debo asumir que todo pasa por no tener ideas y ello es un buen comienzo ya que no debo imponer nada sino buscar todo lo posible.
Las ideas deberán surgir de la búsqueda con las personas integrantes de la comunidad y aquellas personas que, es de esperar, se vayan integrando.
Mientras tanto debo limitarme a mirar al gigante con los pies descalzos y embarrados.
Mirarlo y asumir no debo conformarme a ver lo que veo.
Necesito soñar con que, algún día, podrá utilizar algún calzado.
Nada debe ser más importante que conservar tal sueño aunque ello me implique el que deba ayudarle a que, algún día, disponga de la necesidad de comenzar a lavarse los pies.
Solamente con los pies lavados podrá utilizar algún calzado. Mientras tanto debo continuar soñando.
No es posible obligarle a calzarse o a lavarse los pies. Debe ser el resultado de un prolongado camino que le haga experimentar el deseo de utilizar zapatos.
Paciencia, constancia y mucho andar escuchando y aprendiendo.
Lo mío será en una zona de la ciudad donde me asignaron a dar una mano.
No puedo pretender algo más de lo que es mi responsabilidad y de lo que está dentro de mis posibilidades.
Puedo detenerme a observar lo mucho que ha crecido.
Puedo limitarme a contemplar lo elegante de su presencia.
Puedo ceñirme a ello y tendría mucho tiempo para disfrutar de todo ello.
Pero no puedo dejar de mirar que está con los pies descalzos y embarrados.
Para poder acompañarle, muy bien que lo sé, deberé embarrarme yo también puesto que no sirve hacerlo a distancia.
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
"Puede parecer un simple detalle producto del tiempo que ha transcurrido entre el hecho y su escritura, pero, también, dice mucho para la mentalidad religiosa de aquel tiempo", dice Ponce de León.
Deseos puesto que el año transcurrido nos ha dejado un cúmulo de experiencias y existen algunas que deseamos prolongarlas y se dan otras que debemos buscar o modificar, dice Ponce de León.
Quizás haya alguien a quien dicho perfume no le agrade por intenso o penetrante, por duradero o invasivo. Yo, debo reconocerlo, me descubro disfrutando de tal aroma, dice Ponce de León.
Eran casi las ocho de la mañana y ellos comenzaban el día tomando y, tal cosa, se prolongaría durante todo el día y todos los días.
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.
Son manos grandes y ásperas producto de muchos años dedicados a tareas diversas y exigentes.
Nuestro intento no pasa por ser una prolongada parodia de un personaje que debemos intentar imitar lo más perfectamente posible.
El cura párroco que está al frente de una importante obra social, con la puesta en marcha de un comedor que ya tiene varios años, habló con 220.UY sobre la realidad social que hoy se vive.
"Para que las claudicaciones no nos frustrasen. Para que supiésemos enfrentar la cruz sin reniegos ni miedos alienantes", dice Ponce de León.