El cura párroco que está al frente de una importante obra social, con la puesta en marcha de un comedor que ya tiene varios años, habló con 220.UY sobre la realidad social que hoy se vive.
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Desde hacía un buen tiempo sentía hablar de aquella tarea que se estaba emprendiendo.
A medida iba conociendo la situación era entendible se le diese una mano puesto que todo dice de precariedad y limitaciones.
Precariedad de medios y limitaciones humanas. Ambas notorias, pero, sin duda, imposible determinar cuál de las dos más notoria.
Con el paso del tiempo aquella modesta vivienda se había ido deteriorando. Las paredes de tablas mostraban los efectos de las lluvias y el sol que habían soportado. Resultaba, casi un imposible, poder detener el viento en base a nylon que se iban añadiendo desde el interior.
Sus muy menguados ingresos solamente podían permitir el que el deterioro fuese mayor. Resultaba imposible pretender que fuesen ellos quienes pudiesen encontrar una mediana solución digna para aquel lugar.
Desde hacía tiempo sentía hablar de todo ello hasta que, un día, llegó el momento de tirar abajo aquella vivienda para comenzar la construcción de una nueva.
No existía la posibilidad de remiendos o parches. Debía comenzarse de nuevo. Así se hizo, y donde había una modesta vivienda quedó un espacio vacío.
Una máquina realizó gran parte del trabajo siguiente. Con velocidad avanzó muchísimo en la tarea y simplificó, en mucho, lo que había por realizar, aunque, por diversas razones, no pudo concluir la tarea.
Ellos, a esa hora, tenían su reunión semanal. Cambiaron la misma por ir a dar una mano. Palas, pico y baldes se pusieron en movimiento dando, con sus manos solidarias, un importante paso en el avance de lo por realizar.
Son los “educadores” que se vistieron de “peones” y se pusieron “manos a la obra” para, con generosa sensibilidad, dar una importante mano.
Sin lugar a dudas aquella tarea no era la especificidad de cada uno de ellos, pero estaban realizando una importante tarea educativa.
Enseñaban que la sensibilidad es posible. Enseñaban que la solidaridad aún está vigente. Enseñaban que aún están vivos algunos valores.
Poco a poco los abrigos iban quedando desparramados por distintos lugares y la ropa mostraba signos de transpiración.
Aparecían las mangas de camisa y la alegría. Entre bromas y esfuerzo avanzaban en la actividad que demandaba un empeño que no era su común tarea.
Aparecían la solidaridad y la sensibilidad. Lo hacían voluntaria y desinteresadamente. Se retiraron sin esperar la gratitud o el reconocimiento por lo realizado.
Ello daba a la actividad un valor que está mucho más allá de lo económico o monetario. Porque dice de valores no muy frecuentes en este hoy.
Ahora corresponde la tarea que se verá puesto que será comenzar a poner cimientos y levantar paredes
Mientras tanto, sobre aquel espacio vacío, salta la risa, las bromas, el esfuerzo y la buena voluntad a la espera de lo que ha de continuar.
Sí, como cimientos de aquella tarea quedarán la sensibilidad y la solidaridad de un grupo de “educadores” que brindaron su mejor lección.
Un grupo de educadores que brindaron “sin auditorio” una clase magistral de sensible solidaridad.
Una clase que ha de perdurar en sus manos enrojecidas, en sus cinturas doloridas o en sus cuerpos cansados y transpirados.
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Nuestro intento no pasa por ser una prolongada parodia de un personaje que debemos intentar imitar lo más perfectamente posible.