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"Chau Enrique", escribe Martín Ponce de León

Cada vez que tenía una nueva obediencia que le implicaba una nueva tarea y un deber hacer las valijas un se preguntaba si tendría tanta disponibilidad como él.

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Pensaba hacer un artículo sobre otro tema pero la noticia me golpeó y quiero escribir unas líneas de despedida ante el fallecimiento del P. Enrique Bisio.

Sí, de los Bisio del cerro. De los hijos de Don Aniceto.

Hacen un tiempo nos comunicaron había tenido un algo que le había dejado con la boca torcida pero ya estaba mejorando.

Hoy, a la hora del almuerzo, nos enteramos de su fallecimiento.

Verdaderamente fue una sorpresa desagradable tal noticia.

Con él compartimos muchos momentos en diversas instancias de nuestra vida salesiana.

Era un salesiano increíblemente disponible para lo que los superiores esperaran de él.

En la congregación desempeñó muchos y diversos servicios.

Estas líneas no tienen como objetivo hacer un elenco de todos los servicios que brindó.

Cada vez que tenía una nueva obediencia que le implicaba una nueva tarea y un deber hacer las valijas un se preguntaba si tendría tanta disponibilidad como él.

Siempre encaró lo que la congregación le pidió con disponibilidad y alegría.

Para él no había de sus años o de su estar necesitado de no asumir más responsabilidades. Siempre supo decir de su estar pronto para una nueva actividad.

Con alegría y sencillez pasó por Mercedes como director y Salto también.

Allí, en Salto, compartimos seis años que me han dejado muchas anécdotas que aún recuerdo con nostalgia y afecto.

Siempre tenía alguna ocurrencia sorpresiva que despertaba la sonrisa de los demás y su risa.

Siempre cercano y dispuesto al diálogo.

Con un inmenso amor a Don Bosco y a María Auxiliadora.

Para él nada era más importante que servir e intentar ser útil.

No era de usar palabras difíciles ni de complejas elucubraciones. Gustaba usar un lenguaje llano y por ello muy cercano a quien se disponía a buscar un consejo, un consuelo o, simplemente, un momento de conversación.

Siempre acompañado de su guitarra para regalar algún canto.

Disfrutaba con la organización de las celebraciones del P. Victorio y con los planteos del P. Verme.

Eran totalmente distintos pero había formado un equipo de trabajo por demás fuerte y creativo. Tenían unidad pese a la diversidad y ello hacía que la comunidad marchase muy alegremente y fuese muy fácil superar discrepancias o momentos difíciles.

Por más amargo que debiera tragar o más complejo era el momento, trataba de no perder la alegría y ello lo ayudaba a buscar caminos de solución.

La eucaristía era, para él, un momento de consuelo y refugio. Nunca tenía prisa en celebrarla y dejaba transmitir su intimidad con Jesús.

Sin duda tenía defectos pero los mismos los disimulaba con alguna ocurrencia o broma.

Enrique, muchas gracias por tu ejemplo de salesiano entregado y abnegado.

Muchas gracias por enseñar que la sencillez y la alegría son caminos seguros para llegar al corazón de quien necesite.

Muchas gracias por ser sensible a las necesidades de los demás y brindar tu mano para ello.

Muchas gracias por tu ejemplo de disponibilidad a lo que los superiores te solicitasen.

Muchas gracias por tu amor a Don Bosco y por todas las frases inventadas por vos que decías él había dicho.

Muchas gracias por no andar complicando la vida sino siempre haber intentado solucionar problemas o dificultades.

Muchas gracias por el recuerdo que has dejado en tantos de los que hemos compartido momentos con vos.

Que tengas el merecido descanso eterno en el paraíso que prometía Don Bosco a sus seguidores fieles.

Chau, Enrique.

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