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"Lo logré", escribe Martín Ponce de León

Debíamos ir al lugar donde tienen el depósito. Inmensa cantidad de fardos de cartón, de nylon y botellas de plástico.

Reflexiones Redacción 220.UY Redacción 220.UY

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Martin Ponce de León 24332 (1)

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Gracias Dios puesto que pude darme el gusto.

Cuando llegué nos estaban esperando.

Saludos y presentaciones. Uno de ellos me conocía de los tiempos de la CODEPRO.

Me resultaba sorprendente se recordase de mi persona habiendo sido, aquello, por la década del ochenta.

Debíamos ir al lugar donde tienen el depósito. Inmensa cantidad de fardos de cartón, de nylon y botellas de plástico.

Demasiada cantidad para estar almacenados esperando una futura carga.

Me muestran el lugar y me explican cómo funcionan mientras iban desatando las piolas que sostenían lo que se debía descargar.

Una vez concluida la conversación comenzamos a descargar todos los cartones que estaban muy bien apilados en la caja del camión.

El trayecto era de unos pocos metros y allí había que lanzarlos arriba de la pila ya existente.

Mientras realizaba aquellos viajes daba gracias a Dios que me permitía estar en tal tarea.

Veía que ellos lanzaban los cartones y los mismos caían arriba de los almacenados.

Yo lanzaba los que llevaba y siempre alguno salía para algún costado, alguno caía fuera de la pila y otros comenzaban a deslizarse pila abajo.

Trataba de dejar bien amontonado todo mientras podía ver que ellos hacían otro viaje.

Ellos dos viajes y yo luchando con ordenar el primero. Ello sucedió en casi todos los viajes que fueron necesarios para liberar al camión de su carga.

Inmediatamente después salimos rumbo al centro para juntar más.

Mi sueño comenzaba a hacerse realidad y, no lo puedo ocultar, me sentía dichoso de poder realizarlo.

Una esquina y un contenedor, allí nos detuvimos.

Ellos sacaban lo conveniente, yo sacaba para darme el gusto de poder hurgar.

Ellos acostumbrados a realizar la tarea la hacían sin la necesidad de muchas palabras. Yo tampoco hablaba puesto que una extraña sensación crecía en mí.

No podía creer estaba hurgando dentro de uno de mis sueños tantas veces postergado.

Había llegado a creer nunca lo realizaría y me encontraba corriendo unas bolsas para poder llegar a unos cartones que se encontraban debajo.

Entre un contenedor y otro, dentro del camión, conversábamos sobre dificultades y objetivos propuestos. Yo les escuchaba con mucha atención y, en oportunidades, desde mi experiencia de vida formulaba algún comentario.

En ningún momento escuché una queja sobre lo duro de aquella tarea sino que siempre hacían comentarios sobre la utilidad de lo que hacían.

Me encontraba tan a gusto realizando lo que hacía que en ningún momento miré el reloj para saber cuánto tiempo me quedaba para el regreso.

Cuando llamaron para decirnos que debíamos ir a levantar unos cartones en un determinado lugar fue que me di cuenta ya había pasado casi todo el tiempo que disponía para aquello.

Pensé me habría de cansar con aquella tarea desacostumbrada pero me sentía tan dichoso que en ningún momento experimenté un algo de cansancio.

Ya de regreso solamente pude esbozar la frase con la que comienzo este artículo.

Pude dar una mano y me sentí dichoso de poder hacerlo.

Pude darme un gusto y quedé con ganas de volver a realizar tal tarea.

Pude encontrarte en cada una de las personas que me habían permitido aquella oportunidad.

Pude experimentar el rezarte mientras hurgaba para la subsistencia de unos con lo que descartan muchos.

Puede resultar extraño que, con tan poco y sencilla tarea, uno pueda sentir que todo mi ser se llenase de gozo ante el simple “Lo logré”

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