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"Espíritu consolador", escribe Martín Ponce de León

Es, entonces, cuando Jesús les promete que no los va a dejar solos puesto que les va a regalar el Espíritu de Dios que les habrá de acompañar siempre.

Reflexiones Redacción 220.UY Redacción 220.UY

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Luego de un intenso tiempo de compartir y convivir con Jesús los discípulos temen el que él se vaya de junto a ellos.

Temen y es muy lógico que así lo experimenten.

Comienzan a vislumbrar quién es Jesús y se dan cuenta no lo habían comprendido en totalidad. Recién, luego de la resurrección, es que comienzan a verle distinto y temen un futuro sin su presencia física.

Reiteradamente Jesús les ha pedido que permanezcan en unidad y tal cosa no es sencilla puesto que saben algunos intereses particulares pueden volver a aparecer.

Han sido enviados a anunciar la buena noticia de Jesús y hacer tal cosa no es tarea sencilla viendo la manera en que ha sido tratado Él.

Por ello, es lógico, teman quedarse sin la presencia de ese ser que ha sido razón de todo lo vivido y compartido.

Es, entonces, cuando Jesús les promete que no los va a dejar solos puesto que les va a regalar el Espíritu de Dios que les habrá de acompañar siempre.

El Espíritu que Dios regala a los seguidores de Jesús les ayudará a comprender plenamente quién ha sido ese ser con el que han compartido y a quién no han sabido entender completamente.

El Espíritu que Dios regala a los seguidores de su Hijo les ayudará a vivir esa nueva misión que Él les ha confiado. Ya no serán discípulos sino que comenzarán a vivir su condición de testigos.

El Espíritu que Dios regala a los seguidores de Jesús va unido al envío puesto que ser testigos es salir a la intemperie para que compartan la experiencia de lo que han vivido prolongándola.

El Espíritu y el envío dice y hace a una forma de vivir la vida puesto que habla y dice de una manera de ser.

El Espíritu dice de las realidades más profundas, más esenciales, de Dios que nos son conferidas para que hagamos nuestras, puesto que en nosotros.

Pero, también, es esa certeza de que Dios asume todo lo nuestro y se involucra con ello.

Nada de lo nuestro le es indiferente a Dios puesto que compartimos su mismo Espíritu.

Sabemos que es una tarea, ser prolongadores de Jesús, que nos sobrepasa pero nos consuela el hecho de saber que no estamos solos en la realización de ella ya que el Espíritu de Dios está en nosotros.

Si fuese por nosotros, esa cruz cotidiana de ser Jesús para los demás, sería un imposible de llevar adelante pero acompañados por el Espíritu de Dios ello no nos resulta un imposible.

Mil veces nos equivocamos en dicha tarea y otras mil veces podemos asumir que podemos volver a intentarlo porque la presencia del Espíritu nos anima a ello.

Si fuese por nosotros y nuestras capacidades podemos estar convencidos de que vivir conforme Jesús es un algo que está fuera de nuestras posibilidades pero al experimentar no estamos solos en dicha tarea, nos animamos a intentarlo una y más veces.

Todo lo que hace a Dios dice del Amor en su máxima manifestación y, por lo tanto, el Espíritu de Dios es amor en todas sus expresiones.

Amor que nos anima y acompaña.

Amor que nos permite buscar nuestros sueños.

Amor que nos hace salir de nosotros y brindar lo mejor.

Amor que nos impulsa a ser constructores del Reino de Dios aquí y ahora.

Amor que nos lleva a respetar la originalidad de cada uno y buscar la unidad desde las diferencias.

El Espíritu de Dios es amor que camina con nosotros y nos ayuda a buscar ser mejores personas porque más útiles para los demás.

Habiendo recibido el don del Espíritu de Dios aquellos hombres, pobres seguidores, se transforman y salen a anunciar a Jesús.

Ojalá, también nosotros, podamos transformarnos, Espíritu mediante, en testigos de Jesús y del amor de Dios.

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