
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
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Nuestra vida es un constante andar.
Andar por caminos que tienen siempre su componente de novedad.
Por más que transitemos por caminos que nos pueden resultar conocidos todo depende de la manera que sepamos mirarles.
Vamos a encontrarnos con nuestra realidad que siempre está en un permanente cambio.
Es cambiante porque todo nos va condicionando y ello hace que siempre nos vayamos renovando.
Hay quienes se empeñan en no aceptar que somos seres en constante cambio y se resisten, inútilmente, a saberse condicionados como, también, a tener sueños que hagan a su andar por el futuro.
Así intentan vivir (si es posible llamarlo así) inmunes a los condicionamientos y estériles a los sueños. Quien así anda no sabe descubrir las novedades que la vida ofrece y su mediocre vida es una constante y aburrida reiteración.
Están quienes no temen mirar con ojos nuevos lo que la vida, cotidianamente, les está ofreciendo,
Nunca se encuentran con realidades reiteradas.
Nunca se encuentran con situaciones ya vividas.
Cotidianamente se encuentran con oportunidades para poder acariciar sus sueños.
Andar en pos de los sueños es andar buscando en el hoy que se nos acerca cada día.
Andar despojados de tantas realidades que nos atan o nos impiden avanzar ligeros de libertad y libres de condicionantes.
Andar, en cristiano, es vivir cada momento buscando la verdad de la voluntad de Dios e intentando hacerla vida.
La voluntad de Dios no está en lo estructurado ni en lo reiterado sino en el encuentro con la novedad de lo cotidiano.
La voluntad de Dios no se puede restringir al cumplimiento de determinados esquemas puesto que si así fuese la misma sería reiterada y repetitiva.
Andar buscando lo voluntad de Dios es buscar esa novedad que la vida nos presenta y que es necesario saber encontrarle.
No encuentra la voluntad de Dios quien no se arriesga a andar. El establecido, el seguro o el cómodo, no se arriesga y, por ello, no sabe vivir la alegría escondida en cada instante de andar buscando y dándose.
Andar es una experiencia que está lejos de atemorizarnos o detenernos puesto que nos permite disfrutar la felicidad a grandes tragos.
Una felicidad que se vuelve alegría que se transmite en la mirada, en el abrazo que se regala o en la sonrisa que no puede contenerse ni esconderse.
Andar no es conformarse pero es disfrutar a pleno cada realidad lograda. Andar es valorar lo que lo cotidiano brinda pero soñando con ese algo más que nos regalará el mañana.
Nada y nadie nos obliga a andar pero es una experiencia que nos hace vivos y deseosos de crecer.
Andar es un riesgo que vale la pena correr ya que nos hace saber útiles y aportando algo para que crezca el bien común.
Andar es salir al encuentro por más que, muchas veces, se experimente que la realidad asalta y exige. En oportunidades exige y en oportunidades exprime o tritura.
Andar es regalar el tiempo para que la realidad sorprenda y ayude a intentar ser mejor persona porque más pleno.
Andar es tarea, búsqueda, sorpresas y una vida que se entrega plenamente.
Andar es abrir nuestra puerta interior y salir a la intemperie para que todo nos ayude a no quedarnos seguros o instalados.
Andar es correr riesgos y equivocarnos pero con la certeza de poder rehacer caminos puesto que Dios, desde la vida, siempre nos brinda una nueva oportunidad.
Creo que lo más difícil es ese elemental punto de partida como es el hecho de reconocer que nos equivocamos, que ofendemos.
"Puede parecer un simple detalle producto del tiempo que ha transcurrido entre el hecho y su escritura, pero, también, dice mucho para la mentalidad religiosa de aquel tiempo", dice Ponce de León.
Deseos puesto que el año transcurrido nos ha dejado un cúmulo de experiencias y existen algunas que deseamos prolongarlas y se dan otras que debemos buscar o modificar, dice Ponce de León.
Quizás haya alguien a quien dicho perfume no le agrade por intenso o penetrante, por duradero o invasivo. Yo, debo reconocerlo, me descubro disfrutando de tal aroma, dice Ponce de León.
Eran casi las ocho de la mañana y ellos comenzaban el día tomando y, tal cosa, se prolongaría durante todo el día y todos los días.
"Ya lo han intentado, infructuosamente, casi toda la noche. Una vez más no puede incomodar a nadie y le hacen caso al hombre de la orilla...", dice Ponce de León.
Son manos grandes y ásperas producto de muchos años dedicados a tareas diversas y exigentes.
Nuestro intento no pasa por ser una prolongada parodia de un personaje que debemos intentar imitar lo más perfectamente posible.
El cura párroco que está al frente de una importante obra social, con la puesta en marcha de un comedor que ya tiene varios años, habló con 220.UY sobre la realidad social que hoy se vive.
"Para que las claudicaciones no nos frustrasen. Para que supiésemos enfrentar la cruz sin reniegos ni miedos alienantes", dice Ponce de León.