"La mano derecha": la nueva reflexión de Martín Ponce de León

No me creo su saludo, pero el mismo produce un cierto escozor en mi interior. En momentos me gustaría gritarle solicitándole no me diga más tal cosa., dice Ponce de León.

Reflexiones11/09/2025Redacción 220.UYRedacción 220.UY

Compartir

Martin Ponce de Leon 34244332

Una jornada transitaba, en el auto, por una de las calles de la ciudad. Al pasar por un determinado lugar, un cuida coches me señaló con su dedo índice y pronunció algo que no llegué a escuchar correctamente. Sólo sé que era algo referido a la mano derecha.

En varias oportunidades más he pasado por ese lugar y ya sé lo que dice mientras me señala.

Debo confesar que nunca había escuchado lo que aquel joven me decía y, mucho menos, puedo imaginar la razón de su saludo.

Hemos conversado algunas veces y no me animaba a preguntarle por la razón de su tan original saludo. La última vez que conversamos me preguntó por mi vida ya que hacía muchos días no me veía por la calle. Le conté de mi salud y la necesidad de cuidarme y al despedirnos me dice: “Voy a decirle al de arriba que le afloje un poco”. Yo le dije que: “Mejor pídele que sepa vivir lo que él desea como él lo espera”.

Ayer me volví a encontrar con él y, como siempre, proclamó su saludo y le realizó un agregado.

Me animé y le pregunté por aquel saludo y qué se le había ocurrido decírmelo a mí. Su explicación me hizo experimentar un algo de vergüenza, un algo de sorpresa y, sobre todo, un compromiso.

Vergüenza puesto que no soy merecedor de tal saludo. Porque estoy muy lejos de sentirme digno del mismo. Porque no tengo ni la más remota idea de la razón por la que me lo dice puesto que estoy seguro de que está muy equivocado. En lugar de darme vergüenza debería reírme de su saludo, pero no puedo hacerlo por respeto a lo que él cree por más que sepa que está en un error.

Sorpresa puesto que jamás había escuchado referirse a alguien de esa manera. Porque jamás había escuchado tal manifestación. Sorpresa porque no sabía él me conocía o sabía quien era. Por lo que me manifestó había escuchado hablar de mí y, un día, después que me vio conversando con una persona le preguntó quién era yo.

Compromiso puesto que su saludo dice de una actitud de vida, para él, que no puedo defraudar. Un compromiso puesto que su saludo dice de una actitud que no puedo tomar con indiferencia, ya que debo manifestarle a él y, quizás, a otros más.

No me creo su saludo, pero el mismo produce un cierto escozor en mi interior. En momentos me gustaría gritarle solicitándole no me diga más tal cosa.

Por momentos siento que no tiene idea de lo que dice y me debo tomar, su saludo, como un sin sentido al que no le debo dar importancia alguna. Pero, hay veces, en que su saludo se adentra en mí y me hace desear, algún día, poder estar cercano a merecer, no lo que él dice, sino aproximado a su creer.

Sin lugar a dudas que como cristiano y como cura, es un verdadero sueño el poder llegar a tener un estilo de vida que responda a lo que ese joven me grisa a modo de saludo. Debería ser, para cada uno, una aspiración bien concreta por más que se sepa que no es nada fácil de lograr. Implica mucha cercanía, mucha humanidad, mucha entrega y todo colmado de muchísimo amor. Por ello es que no resulta nada fácil poder merecer tal saludo, por más que uno pueda gastar su vida intentando acercarse a ello.

Cuando le pregunté la razón de su saludo me dijo: “Sabemos lo que usted es y, también, mucho de lo que ha hecho”

Su saludo era: “La mano derecha de Dios”. Hoy su saludo es: “La mano derecha de Dios en la tierra”.

Ojalá, cada uno de nosotros podamos, por nuestro actuar, ser merecedores de aproximarnos a tal saludo.

Te puede interesar
Lo más visto

220.UY | Más Información